Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

ensayo Una forma de vida sin alternativa, como la que plantea el neoliberalismo, se sostiene sobre la confianza en que son los propios individuos quienes se harán cargo de aplacar su desesperación, recurriendo al consumo. Existe incluso una aritmética de la felicidad que determina cuánto dinero una persona necesita invertir anualmente para ser feliz. Sin embargo, algo que parece imposible controlar es lo que sucede cuando la impotencia y la desesperación comienzan a transformarse en rabia y, casi inmediatamente, en odio. sergio rojas Filósofo, profesor de la Facultad de Artes y de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile. Su nuevo libro se titula El pasado no cabe en la historia (2024). impotencia, pero es la descarga de una fuerza interior que se confron- ta con la prepotencia de un orden hegemónico. En los inicios de la contracultura, uno de los hitos fue el poema de Allen Ginsberg titula- do precisamente “Aullido” ( Howl , 1956). El punk en sus comienzos fue también un grito de ira contra el odio. Quien grita no solo presiona desde la impotencia los muros de su confinamiento social, moral, psi- cológico; también abandona por un momento la represiva “identidad” de su adaptación. En el comienzo fue el grito, es decir, la ira. Quien grita dice que esto no es un mundo, pues la ira se dirige contra el orden de las cosas. Pero el grito va siendo asunto del pasado, y se ha dejado convertir en odio en las redes del universo digital. Como ha señala- do Jean-Luc Nancy, el denominado discurso de odio se prohíbe recién cuando se considera que no es solo expresión de un íntimo sentimiento personal, sino que constituye en sí la negación del derecho a existir de alguien, pues se rechaza lo que se considera como su “ser” (“judíos”, “árabes”, “comunistas”, “delincuen- tes”, “homosexuales”). ¿Cómo es que prolifera el odio en un tiempo en el que “todos somos demócratas”? El neoliberalismo implica una “forma de vida”, pero sin una con- cepción del ser humano como “Tomar conciencia del dolor es la única manera de poner fin al ciclo de la autodestrucción en nuestra sociedad”. —Arno Gruen E n octubre de 2019 de pronto todo el mundo se enojó; “re- vuelta” y “estallido social” fueron los términos más recurrentes para referir las expresio- nes de rabia, incluso de ira, que por ese tiempo desbordaban todas las instancias de representación. Hoy, para demasiadas personas aquello ya es cosa del pasado. ¿Cómo fue que la ira que se había tomado las calles fue desapareciendo? Esto no significa que ya no exista el malestar, sino que este habría perdido todo coeficiente político cuando la violencia comen- zó a domiciliarse en lo cotidiano. En efecto, la ira puede convertirse en odio y así “normalizarse”. En su libro La era del enfrentamien- to (2019), Christian Salmon comenta que en enero de 2018, con ocasión del primer aniversario del triunfo presidencial de Donald Trump, hubo en Estados Unidos un llamado a re- unirse para gritar, expresando así la desesperanza y la impotencia que sentían miles de ciudadanos bajo la política imperante. A quienes no podían desplazarse, se les invitaba a hacerlo desde su rincón. Lo im- portante era gritar. El grito expresa el odio de nuestro tiempo 6

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