Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

palabra crítica D e un tiempo a esta par- te, el cine chileno se ha interesado en abordar episodios de violencia colonial en los albores del Estado. Películas como Brujería (Christo- pher Murray, 2023), Notas para una película (Ignacio Agüero, 2022) o Rey (Niles Atallah, 2017) podrían pen- sarse como un cine “histórico” que busca dar cuenta de la deuda con los pueblos originarios, que hoy sigue pendiente y se traduce en la persis- tencia de lógicas coloniales. Es el caso también de Los colonos (2023), ópera prima de Felipe Gálvez, quien a punta de esfuerzo—y luego de diez años de esquivo financiamiento— logró estrenar la película en Cannes, donde ganó los premios de la sec- ción Un Certain Regard y de Fipresci. Aunque ha sido difundido como un filme sobre el genocidio selk’nam perpetrado a fines del siglo xix, en rigor toma este hecho como punto de partida para imaginar un territo- rio extremo abandonado a su suerte. Desde sus primeros minutos, Los colonos apabulla con la belleza cruda de la Patagonia. Un paisaje horizontal donde los tonos verdes y crepuscula- res devoran las pequeñas figuras de estancieros y soldados que trabajan para un tal Menéndez. El hombre en cuestión es un empresario concesio- nado por el Estado chileno y dueño de una gran porción de estas tierras. Preocupado por la muerte de sus ove- jas —que insertó en la zona de forma artificial—, manda a tres empleados a “limpiar” de indígenas el territorio: McLennan (un soldado escocés, lue- go apodado “el chancho colorado”), Bill (un pistolero estadounidense) y Segundo (un mestizo chileno). A partir de los diversos encuentros que se dan en este espacio patagónico, lugar de tránsito fronterizo de sol- dados, naturalistas e indígenas, los primeros dos tercios de la película se concentran en la tensa relación de los tres personajes, marcada por una di- námica de sometimiento y poder, en que gana quien más se impone. Des- de una posición ambigua, y mientras busca sobrevivir, el mestizo parece ser testigo silente de la cacería y del salvajismo de estos hombres blancos. El filme usa el contraste entre la tensión psicológica y las explosiones de violencia, estas últimas retrata- das con crudeza y sin ambigüedad. Vejámenes, asesinatos y mutilacio- nes —mostradas de forma explícita, a medio camino entre la denuncia y el morbo—, exponen acaso el tópico central de la película: la obscenidad del genocidio, la brutalidad detrás de la operación colonizadora mandata- da por Menéndez. Gálvez emparenta esta lucha unilateral por el dominio del territorio con el western ameri- cano, y es el personaje de Bill quien enlaza estos mundos. Los colonos se emparenta, como de- cíamos, con películas chilenas como Rey (Niles Attallah, 2017) y Blanco en blanco (Théo Court, 2019), y con las argentinas Jauja (Lisando Alonso, 2014) y Zama (Lucrecia Martel, 2017), al inspirarse en sucesos históricos puntuales para realizar ficciones que abordan las complejas relaciones en- tre violencia, mestizaje y poder en los albores de la creación de los Estados nacionales del siglo xviii y xix. Pero Gálvez tuerce este registro, refiriendo explícitamente al western america- no en el plano estético y también en el ideológico. En cuanto al primero, abundan los guiños al género, como por ejemplo el protagonismo de hombres solitarios, el tratamiento del paisaje o la lucha por el territorio (con ecos de John Ford, Budd Boetti- cher y Sam Peckinpah). En el ámbito iván pinto Crítico de cine, investigador y docente. Editor de la revista LaFuga.cl. Investigador posdoctoral en fcei, Universidad de Chile. Los colonos, de Felipe Gálvez Estética de la crueldad cine 60

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