Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

urbano ha sido enormemente sexista, al asumir que las necesidades y experiencias de un sujeto particular (hom- bre, joven, blanco, heterosexual, de clase media/alta y sin discapacidades) son universales y objetivas. De estemodo, el diseño arquitectónico —a través de la omisión de más de la mitad de la población como sujetos con necesida- des propias— proyecta y colabora en la construcción de espacios cuyas características pueden actuar como desen- cadenantes de miedo, inhibiendo la participación de las mujeres en la vida urbana. El análisis feminista ha contribuido a la crítica de la arquitectura y a la resignificación de la práctica de la disci- plina, al permitirnos estudiar las relaciones de las personas con la ciudad a través de la incorporación del género como categoría analítica, y al trabajar demanera activa y humana con la experiencia de la gente; en este caso, recogiendo la de las mujeres en el espacio público. El desarrollo de investigaciones desde este punto de vista ha permitido visibilizar las diferentes característi- cas que tiene un espacio considerado seguro versus uno considerado peligroso. En base a esto, podemos recono- cer componentes físicos que aumentan la sensación de inseguridad: iluminación insuficiente, obstáculos que im- piden el acceso visual a otros y a uno; formas sinuosas o rincones que no permiten la legibilidad clara del espacio, enrejados o cierres con poca o nula transparencia, áreas abiertas y deshabitadas, áreas estrechas o cerradas sin vías de escape. La forma en la que se planifica el uso de suelo y semantienen activos los barrios a través de comercios, ins- tituciones, mobiliario urbano y flujo vehicular también es un factor relevante, porque garantiza la presencia de otros y, por ende, la eventual posibilidad de recibir ayuda. Pese a que estas observaciones puedan parecer eviden- tes, muchas veces no son consideradas ni aplicadas en el diseño de proyectos del espacio público, lo que perpetúa el sentimiento demiedo. Por dar un ejemplo, según el estudio Acoso y abuso sexual en lugares públicos y medios de transpor- te colectivos , realizado por el Servicio Nacional de la Mujer en 2012, existe una correlación entre la oscuridad y el te- mor a sufrir un ataque, o entre lugares estrechos y el temor a ser víctima de acoso sexual. De ahí que sea fundamental cuestionarnos de qué forma estamos creando ciudadmediante el ejercicio de la arquitec- tura, ysi realmenteestamosabriendoespaciosque fomenten la libre y plena participación de todas y todos sus habitantes. Si la mitad de la población siente miedo en estos lugares, es urgente preguntarnos qué estamos haciendomal. Incorporar el género como una variable analítica más a la hora de diseñar, y no como una novedad o un capricho teórico, es crucial para proyectar ciudades inclusivas. Esto implica hablar de los procesos y métodos de la arquitectura, revisar si los instrumentos que utilizamos en las etapas de unproyecto considerana los distintos usuarios en la toma de decisiones sobre los espacios que habitarán. Significa tam- bién cuestionar el rol de quien diseña y entender que la o el arquitecto no es un rockstar que soluciona problemas desde propuestas formales, sino que es, ante todo, un facilitador. La voluntad de que un proyecto arquitectónico sirva a las personas es lo que propiciará que diseñemos y construya- mos espacios mejores y más seguros. En mi experiencia, habiendo aplicado estos principios en investigaciones e iniciativas en las que he colaborado, creo que no solo es po- sible analizar ydiseñar arquitectura enclave feminista, sino también que es fundamental. Javier Torres / afp 41

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