Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile
caminar tranquilas columna ¿ C uándo fue la última vez que tuviste miedo en la calle? Esta emoción, tan propia e ínti- ma, se ha revelado como una experiencia transversal para las mujeres desde que los feminismos, en los últimos diez años, instalaron este y otros asuntos en el debate público. En 2014, por ejemplo, según los primeros datos levantados por el Observatorio Contra el Acoso Callejero (ocac), el 79%de las mujeres decía sentirse insegura en el espacio público, y un preocupante 90% de- cía haber sufrido algún tipo de acoso en él. Esto, a pesar de que somos quienes más circulamos allí: de acuerdo con la Encuesta Origen-Destino del 2012 —la última realizada—, las mujeres somos sus principales usuarias, ya que nos des- plazamos más que los hombres a pie, en buses y en metro. Esto significa que a diariodebemos aprender a reconciliar (o a negociar) el miedo con nuestras necesidades y deseos de participar en la vida urbana. Lo hemos logrado a través de estrategias de seguridad— individuales o grupales—, como no caminar sola, preferir moverse acompañada, estar en alerta constante, restrin- gir la movilidad según el horario, evitar algunas áreas de la ciudad o ciertos medios de transporte (e incrementar el gasto en él); modificar la vestimenta según el contexto, fin- gir llamadas telefónicas con conocidos, cambiar la posición corporal, masculinizar los gestos y el uso del cuerpo, por mencionar algunas. Esto contrasta con la expresión corpo- ral de los hombres, quienes utilizan y expanden su cuerpo al habitar la ciudad. Basta con observar, por ejemplo, las diferentes formas en las que se sientan hombres y mujeres en los sistemas de transporte: algunos de ellos tienden a sentarse con las piernas abiertas, sobrepasando el espa- cio de sus asientos, costumbre que suscitó campañas de concientización en ciudades como Nueva York en 2014 o en Madrid en 2017, e incluso dio origen a la palabra manspreading para definirla. El ingreso de las mujeres al espacio público va de la mano del mandato de que su seguridad depende de su comportamiento, así como de los horarios y lugares por los que decidan transitar o “exponerse”. Es por ello que también se desarrolla una timidez corporal ligada a una noción aprendida de fragilidad, la que se debe, en gran medida, a un discurso cultural que naturaliza el espacio privado como femenino, y según el cual seríamos más vulnerables en el espacio público, lo que nos lleva a per- cibirnos como el grupo más propenso a sufrir un ataque. Se ha internalizado la calle como un ámbito masculino y peligroso, donde la presencia de las mujeres está menos permitida. En otras palabras, acceder a él y habitarlo sig- nifica exponerse a la violencia. El miedo tiene un fuerte componente espacial, no ocu- rre en cualquier lugar. La arquitectura —entendida como la disciplina a través de la que se proyectan los espacios— parte de una premisa de neutralidad, es decir, trabaja al servicio de un supuesto destinatario que trasciende todo género y corporalidad. Sin embargo, su producción no es imparcial: el espacio siempre tendrá un sentido cultural, responderá al criterio de quien diseña y al contexto en el que se encuentre inmerso; a la identidad cultural y socio- histórica, a las relaciones de clase, raza y género, y a sus propósitos de creación. Si diseñamos espacios desde una sociedad patriarcal, estos reproducirán estructuras de poder y esquemas an- drocéntricos que han sido aceptados universalmente como el canon. Los veremos reproducidos en los dis- cursos, teorías, bibliografías, protocolos y códigos de disciplina, desarrollados por y para hombres a lo largo de la historia. En ese contexto, la producción del espacio La experiencia del cuerpo femenino en la calle está constreñida por el miedo, que limita su expresión física y subraya cómo el género determina la forma en que se vive la ciudad. Por ello, vale preguntarse por la responsabilidad que tienen el diseño y la planificación urbana sobre estos imaginarios. maría josé sepúlveda Arquitecta de la U. de Chile, diplomada en Derecho a la Ciudad con Perspectiva de Género. Ha desarrollado investigaciones sobre seguridad y cuidados, y ha traba- jado en el diseño de espacios públicos y espacios para la infancia. 40
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