Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile
E l pudor puede proyectarse en una obra de arte como una lección moral o, por el contrario, como una provocación lanzada contra el sistema de valores establecido. En la cultura occidental — de tradición grecorromana, judeocristiana y, por cierto, patriarcal—, este sentimiento se asocia primordialmente al comportamiento de las mujeres. De acuerdo con eso, en las artes visuales, el pudor (o su falta) ha sido expresado a través del cuerpo femenino, casi siempre desnudo, enundoble jue- go en el que a la vez semuestra y se oculta. Un ejemplo temprano es el arquetipo de la Venus Púdica, un tipo de escultura correspondiente al período helenístico (ii-iii a.C.) que representa a la antigua diosa griega saliendo de las aguas, cubriéndose los pechos con sumano derecha y el pubis con la izquierda, en un gesto de claro recato. Existen múltiples ejemplos de esta iconografía escultórica, pero las más conocidas son la Venus Capitolina y la Venus de Médici . LaCapitolina ingresóalmuseodelmismonombre enel siglo xviii, donde se encuentra dentro de un gabinete especial. En 2016, la estatua, junto con otros desnudos femeninos, tuvo que ser cubierta para no atentar contra la sensibilidad de unmandatario iraní, ya que la sutil cobertura de las zonas erógenas del cuerpomarmóreono constituyó un gesto lo su- ficientemente púdico para la cultura islámica. El arquetipo de la Venus Púdica también se encuentra en la diosa pintada por Botticelli en el Nacimiento de Venus (1485–1486). Los gestos recatados, la blancura de su piel y su apolínea frialdad concuerdan con las ideas del círculo humanista neoplatónico en el que participaba el pintor, donde se planteaba la existencia de una Venus mundana y una celestial. A esta última le correspondía una actitud pú- dica que se conciliaba convenientemente con el cruce entre lo pagano y lo cristiano deseado en ese entonces. En siglos venideros, la escultura y la pintura ofrecieron numerosos desnudos, casi siempre personajes mitológicos, muchos de ellos desbordantes de sensualidad, pero siempre previniendo la exposición de las zonas prohibidas y man- teniendo una postura decorosa. Hasta que llegó Olympia (1863), la pintura con la que Edouard Manet remeció —y escandalizó— a la sociedad parisina del Segundo Imperio. No era una diosa ni una ninfa, sino una prostituta desafian- do el falso pudor de la sociedad victoriana: la de las virtudes públicas y los vicios privados. Olympia desafía con su expo- sición, pero sobre todo con sumirada, que encara al público. Pintado tres años después, El origen del mundo (1866), del francés Gustave Courbet, no se consideró en su momento una obra provocadora, ya que no fue realizada con el fin de ser expuesta. No se tiene certeza de si el nombre del cua- dro pertenece o no a su autor. Me inclino a creer que sí, en concordancia con su ideario realista, socialista y ateo; por su descarada frontalidad, por la borradura que sugiere a la creencia en Dios Padre. La exposición de la vulva —que es lo que se ve, no la vagina— alcanza su efecto gracias al es- tratégico encuadre ocupado por Courbet, de modo que nos enfrenta “cara a cara” con lo que en la cultura occidental debe estar oculto. Entre los labios se asoma tímidamente el clítoris, potencia siempre innombrada, y, por cierto, aparece también la comunión con la animalidad encarnada en el ve- llo púbico, nunca antes visto en un desnudo femenino. Desde su realización, el pudor de varias generaciones impidió que la atrevida pintura circulara en el ámbito pú- blico, y durante casi 130 años fue vista por apenas unos pocos. La obra fue encargada por el coleccionista y diplo- mático turco Khalil Bey para su colección privada, de la que ya eran parte algunos desnudos del pintor Jean-Au- guste-Dominique Ingres. Bey la mantuvo en el lugar más íntimo de su hogar, el cuarto de baño, cubierta por una Es posible escribir una historia de la vida sensible y emocional de una sociedad mirando el arte de su época. En el arte occiden- tal, el sentimiento del pudor ha es- tado vinculado principalmente a la representación del cuerpo feme- nino, que oscila entre mostrar y ocultar, entre cu- brir y develar. maría elenamuñoz Académica de la Facultad de Artes de la U. de Chile, subdirectora del Depto. de Teoría de las Artes. Es autora de Atisbos de una experiencia: pintura chilena y vidamoderna (2014) y (A) Cerca de paisajes. Notas sobre arte chileno y pintura (2021). ver y no ver sobre arte y pudor columna 33
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