Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

bito del vocabulario ni en el de los géneros ni en el de las formas narrativas, sino en la importancia dada al autor y a suexperienciapersonal: la literaturadecalidad—quealgu- nos llaman, no sin ironía, “literatura literaria”— subvierte esa figura, que en la literatura comercial es absolutamente central para la rentabilidad del producto y a menudo su única justificación. Y la narrativa del trauma expresa, en sus peores ejemplos, un narcisismo tan profundo que su intención explícita de convertirse en parte de un diálogo se ve frustrada. En una sociedad como la nuestra, clara- mente traumatizada por imágenes de tortura, terrorismo, enfermedad y guerra, y por el intercambio que las redes so- ciales pretenden estimular al tiempo que impiden, hablar de ciertos acontecimientos traumáticos requiere valentía y es enormemente necesario. La transformación de la lite- ratura en un arte dialógico—el término es de Grant Kester y designa el tipo de práctica artística preñada de activismo que es dominante en nuestros días— es importante y útil, aunque solo a condición de que, a diferencia de lo que su- cede en la mayor parte de la narrativa del trauma, no sea ni una forma de mercadotecnia ni activismo ramplón y trascienda el ámbito de la experiencia de su autor o autora para dar cuenta del hecho de que el trauma es individual, pero su causa está en el modo en que vivimos de espaldas a nuestras ideas de justicia y equidad y en abierta oposición al mundo físico que nos rodea y limita y que parece que deseamos explotar hasta su destrucción. De fondo está el problema de que muchas personas creen que el arte tiene que “revelarnos” algo, debe ser útil, tiene que “contarnos” la vida de alguien, tiene que “ras- gar el velo” y mostrarnos “la verdad” de las cosas. Pero el arte no hace nada de eso. Como sostiene Maggie Nelson en El arte de la crueldad , “Bacon nos muestra imágenes de Bacon, Arbus nos muestra personajes de Arbus”. El rap- to de las sabinas en el Museo del Prado no es un rapto ni una violación: son pigmentos ordenados de una determi- nada manera para producir un efecto estético ante el que no estamos indefensos, un efecto que podemos aceptar, admirar, rechazar, incluso repudiar, pero que cumple con la idea de un arte dialógico, no en la medida en que se re- cubre de superioridad moral ni se ampara en una causa colectiva, sino porque genera una reacción en nosotros Edvard Munch. Vampyr , 1895. Óleo sobre lienzo, 99,9 × 117,9 cm. Crédito: Munchmuseet / Halvor Bjørngård. 31

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