Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

Por ejemplo, cuando Björk sacó ese disco sobre su ruptura con Matthew Barney [ Vulnicura , de 2015]. Esas cosas igual se saben y uno conecta más. Justamente Mariana Enríquez mencionaba un dis- co clásico de ese subgénero de rupturas, que es Blood on the Tracks (1975), de Bob Dylan. —O el Corazones [de Los Prisioneros (1990)]. Esos son los mejores. ¿Pero hace falta saber la historia real o basta con es- cuchar las canciones? —Sí, obvio la B: basta con escucharlas. Puedes no ente- rarte de lo que se trata el Corazones y al final lo que llega es una buena canción. Y seguramente hay algunas canciones que ni siquiera están creadas desde una ruptura. Creo que un buen artista es aquel que no tiene que recurrir todo el tiempo a su experiencia. Si no, te vuelves loca. ¿Qué tan importante ha sido la canción de amor para ti como auditora? —Es superimportante, pero también creo que hay un cambio de paradigma. Las canciones están cambiando un poco. Antes quizás eran solo blanco o negro, y creo que mi misión en las canciones que hago es que haya grises. Esas son las que me gustan. Las otras se sienten más caricatu- rescas, a estas alturas. Son bacanes, pero ya se advierten como de otra época, ya son memeables . Igual traen un sen- timiento supergenuino: el desamor, el desconsuelo. Por ejemplo, “La gata bajo la lluvia” [de Rocío Dúrcal] habla de una realidad, que es estar llorando porque tu amor no puede seguir, ¿no? Sí, los personajes se pueden tomar un café, pero no va a ir más allá. —Creo que esa es una buena canción, que rompe con los paradigmas que había en ese momento y se conecta con algo diferente. Otras canciones de ese tiempo hablan de un amor que ya no se vive así hoy. Una buena canción de amor para mí representa el amor universal y atemporal. J aviera Mena (Santiago, 1983) cita las lecturas que la autora canadiense Anne Carson hace de los poemas de Safo de Lesbos con la misma natura- lidad con que conecta a Rocío Dúrcal y Natalia Lafourcade. Compositora y autora, pero también auditora avezada de discos y canciones, la cantante chilena es una referencia y una observadora del género musical pop que es la canción de amor de su tiempo, un período amplio que va desde los años ochenta, en los que empezó a escu- char la radio cuando era niña, hasta los hits que se transan hoy en la industria. Radicada desde 2019 en Madrid, la cantante volvió a Chile en los últimos meses para dar conciertos y entre- vistas, en las que explicó, por ejemplo, qué sitio le gusta ocupar en ese sistema del pop. “Soy una defensora del simbolismo en la música”, dijo. “Hoy buscamos mucho a los artistas por quiénes son y por su vida privada. La otra vez estaba leyendo un reportaje sobre Taylor Swift, que re- presenta a la artista que la gente endiosa hoy en día. Pero lo que quiere la gente es saber con quién está saliendo, con quién terminó. Es lo opuesto a lo que busco en la música: mostrar mi mundo a través de los símbolos”. Días después, ya de vuelta en la capital española, Ja- viera Mena se pone al teléfono para ahondar en cuánto es necesario saber acerca de la vida personal de las cele- bridades, y de las emociones que sustentan tales o cuales canciones. La crítica es un buen punto de partida, habien- do sido reseñados sus discos en revistas especializadas como la española Rockdelux , más dada a la taxonomía musical que a la conexión emotiva. “Sí”, recuerda, “en ge- neral los críticos de música de esas revistas no hablaban mucho de las letras”. Hace un tiempo, la escritora Mariana Enríquez de- cía que la crítica y el periodismo, en particular hecho por hombres, ha tendido a negar lo sentimental o eró- tico que hay en la música. ¿Estás de acuerdo? —Sí, yo extrañé eso (en las reseñas) y siento que podría ser mucho más analítica con las letras. Tampoco hablan del gossip que hay detrás, que es lo que interesa a la gente. Tres discos de Javiera Mena: Esquemas juveniles (2006), Otra era (2014) y Nocturna (2022). 25

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