Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

A altas horas de una noche a fines de los años 20, Juan Emar y Leopoldo Marechal conversan en un bar de Montparnasse. La escena no es irrisoria: Marechal, jo- ven poeta martinfierrista, tiene largas estadías en París durante esa década. Fue en esa ciudad, en 1929, donde comienza a escribir su Adán Buenosayres , novela que solo publicaría en 1948 tras hondas crisis espirituales, ingre- sos en la vida política y sendos períodos de abandono y reescritura del proyecto. Su adhesión al peronismo le reporta cargos públicos y el rechazo de sus pares. “Sal- vo algún brulote sin gracia”, nos dice Marechal, “una consigna de silencio pareció gravitar sobre mi novela” —ese brulote, por cierto, lo escribe un excamarada mar- tinfierrista. La caída de Perón termina de empujarlo a un aislamiento—un robinsonismo , en sus palabras—del que saldría recién en 1965 con la exitosa publicación de El banquete de Severo Arcángelo , su segunda novela. Aunque el caso de Marechal tiene un desenlace muy distinto al de su par chileno —el proceloso caudal del boom rescataría su obra de la desaparición—, los largos años invertidos en su epopeya moderna nos recuerdan el alto costo de la demora. Dos décadas no pasan en vano: el escritor y el mundo que lo rodea ya no son los mismos que al momen- to de embarcarse en la odisea. Gestas lentas, epopeyas de la dilación: los tiempos de estas aventuras no son los de cualquier otro proyecto. Sus imbricadas cronologías —llenas de postergaciones, decep- ciones y espacios vacíos— abren sus procesos de escritura y recepción a una deriva que defrauda las expectativas del sistema literario. Tengo enmente unpuñado de otros casos, pero (¡oh, decepción!) este margen es demasiado estrecho para contenerlos. Baste por ahora mencionar ese maravi- lloso “Cuaderno de notas”, donde la francesa Marguerite Yourcenar describe los pormenores del cuarto de siglo que duró el proceso de su Memorias de Adriano (1951). Y un epí- logo: Horcynus Orca , prodigio de más de 200 páginas que el siciliano Stefano D’Arrigo comienza a escribir en 1956. Cuatro años después, los rumores de una novela genial, de filiación homérica y melvilleana, llevan a Italo Calvino a publicar un fragmento en su revista Il Menabò . Tras recibir un importante premio, a D’Arrigo le llueven las ofertas. Pro- mete a Arnoldo Mondadori revisar las pruebas en quince días, pero lo hace esperar quince años. Cuando se publica en 1975, el libro (¡cómo no!) decepciona. “Era una novela diferente de la que el público italiano había esperado por años”, recuerda su traductor al alemán. A Mondadori, sin embargo, poco le importaría ese fracaso. Para entonces, ya- cía en la tumba familiar del Cimitero di Milano. Ferdinand Hodler. The Reader , 1885. Crédito: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. 23

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