Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

D istanciadas una de otra por cientos de páginas, encontramos en el Libro del desasosiego , de Fer- nando Pessoa, el bosquejo de tres estéticas: la estética de la abdicación, la del desaliento y la de la indiferencia (fragmentos 105, 210 y 428 en la edición de Richard Zenith). La primera es una apología de la derrota. Si, para Pessoa, “la victoria es una grosería”, esto es porque con ella perderíamos “las cualidades de desaliento” que en un principio nos llevaron a la lucha. El título del fragmento nos lleva a deducir que el portugués está delineando aquí dosmaneras de enfrentar esa batalla: la escritura. Mientras que la obtención de victorias —cualquiera sea su naturale- za— debilitaría el propósito en la elaboración de una obra al dejar a su autor o autora cada vez más conforme, la abdi- cación sería el camino para sostener esa suerte de impulso. “Sólo es fuerte quien se desanima”, concluye Pessoa. Más oscura, por su parte, la estética del desaliento distingue a la publicación como un acto innoble—el fragmento anterior, el 209, es más enfático al respecto—. A la tercera estética no me referiré (me fue indiferente). Solo la muerte de Pessoa, en 1935, podía descontinuar un proyecto destinado a quedar inconcluso, en el que su autor trabajó por más de dos décadas. El Libro del desasosiego se editaría de manera póstuma casi medio siglo después de su interrupción definitiva. Los lazos que Pessoa establece entre publicación, desaliento y escritura me llevan a pensar en un tipo de aventura literaria que tensiona al extremo esos nudos. Me refiero a los proyectos de novela sostenidos por extensos períodos de tiempo, verdaderas obsesiones a las que autores y autoras parecen someterse para convivir con el desaliento por dieciocho, veinte y hasta treinta años. Quisiera entonces bosquejar ciertas ideas en torno a la de- cepción como estrategia creativa, una teoría que sitúe a la frustración de las expectativas en su centro —y a la expe- riencia de la decepción ya no como clausura, sino como punto de partida hacia un espacio de osadía y libertad total. Consideremos cuatro casos, dos de cada ladodel Atlántico. El más cercano, para nosotros, es el de Juan Emar. En rigor, Álvaro Yáñez Bianchi—su verdadero nombre—decepciona- ba aun antes de nacer Emar: único hijo varón del eminente abogado, político y empresario Eliodoro Yáñez, demuy joven eligió ser pintor antes que perpetuar la dinastía. Sus largas estadías en París, donde vivió a cuerpo de rey, le permitie- ron conocer de primera mano las grandes tendencias del vanguardismo.Deestodancuenta las “NotasdeArte”quepu- blica en el diario LaNación , propiedad de su padre, en las que comienza a fraguar la decepción como su gran obra: en ellas se dedica a fustigar a los escasos críticos de arte y literatura enChile, Alone entre otros. En 1935, de regreso en supaís, de- cide publicar a cuenta de autor tres libros simultáneamente. Unaño , Ayer y Miltín 1934 componen elmás espléndido fraca- so en la historia de las letras nacionales, al que agregaría, sin mejor suerte, sus relatos reunidos en Diez (1937). “Primerode- cepcionar(se), después escribir”: tal podría ser la consigna de su plan maestro, porque fue solo tras estos desengaños que Emar, yacercade lacincuentena, seentregaríaaunaescritura desligada de todo horizonte de publicación. “Soy un escritor y como tal me realizaré”, habría apuntado en sus diarios por esas fechas. Con ese propósito, desde 1940 hasta su muerte en 1964, Emar se recluye en fundos familiares para trabajar exclusivamente en Umbral , “novela” en cinco volúmenes y más de cinco mil páginas. Pongo esa palabra entre comillas porque la desmesura de su aspiración a una obra total hace que ella distorsione cualquier categoría genérica, además de condenarla auna circulación fantasmagórica. Perono es solo ladimensiónfísicade estos proyectos laque frustra las expec- tativas del medio editorial. También lo hace su extensión en el tiempo. “El verdadero destino noble es el del escritor que no publica”, señala Pessoa en el mentado fragmento 209. Muy bien. Pero el despilfarro de esas décadas (así, en plural) consagradas a un solo proyecto no es algo ante lo cual el me- dio haga la vista gorda. La desaparición tiene un costo que Emar estuvo dispuesto a pagar: se hizo un fantasma. teoríade la decepción columna Existe un tipo de aventura literaria que podríamos llamar “epopeya de la dilación”: proyectos sostenidos por extensos períodos de tiempo, verdaderas obsesiones que llevan a sus autores a convivir con la frustración. Pero el desaliento también puede ser un punto de partida hacia un espacio de osadía y libertad. felipe becerra Escritor. Ha publicado Bagual (2008, 2014) y La próxima novela (2019), libros que se han traducido al francés y al italiano, respecti- vamente. 22

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