Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

explotó desde sus orígenes, en Grecia, a través de figuras como las bacantes y las furias y, luego, de las brujas, las chismosas, las prostitutas o las libertinas. —En el siglo xix fueron los cabarets y el mundo del pla- cer los que abrieron sus puertas a las mujeres que reían hasta mostrar la garganta. Las cosas recién cambiaron en el siglo xx. La risa ahí pudo ser bonita, “perlada”, gracio- sa si estaba bien controlada, como ocurría en el cine de Hollywood, donde las estrellas parecían reír libremen- te. Pero seguía siendo una risa muy controlada —detalla Melchior-Bonnet, que en el libro hace un recorrido por la literatura, el arte, la medicina, el teatro, la política y el mundo del entretenimiento para escribir una historia que, ante todo, es la de “unmeticuloso trabajode contencióndel lenguaje corporal en nombre de la belleza, la delicadeza y la cortesía, según un arquetipo milenario de feminidad”. La conquista de la risa femenina es una toma de poder, advierte, pero también una lucha contra la opresión: es li- berar el cuerpo y recuperar el derecho al disfrute. En 2007, el famoso escritor y polemista inglés Christo- pher Hitchens se echó encima a la mitad de la humanidad —al 49,6%, para ser exactos, según cifras de la onu— por una columna que escribió con su sed de escándalo habi- tual en la revista Harper’s Bazaar . “Por qué las mujeres no son chistosas”, se preguntaba en el título de un texto ácido —viperino, en realidad— que pasó a la historia por sus pa- chotadas: ya que la “Madre Naturaleza” no es muy amable con los hombres, decía Hitchens, su única forma de atraer a las mujeres es haciéndolas reír; mientras que ellas no ne- cesitan hacer nada para seducirlos, solo tienen que existir. “Esto no quiere decir que las mujeres no tengan sentido del humor”, matizaba, y ponía de ejemplos a las escritoras esta- dounidensesDorothy Parker, Nora Ephrono FranLebowitz, para luego rematar con otro disparate: “sin embargo, si lo pensamos bien, la mayoría de ellas son corpulentas, lesbia- nas o judías, o una combinación de las tres”. Esta columna ha sido eternamente citada al hablar de humor ymujeres, quizás porque refleja eso que SabineMel- chior-Bonnet llama un “miedo masculino ancestral frente a una risa femenina desbordante”: una carcajada unilate- ral puede ser un golpe capaz de humillar a la contraparte masculina. “Insinúa la superioridad de quien ríe y subraya la inversión de papeles”, escribe la autora, y eso explicaría, en parte, por qué la cultura occidental —patriarcal, falo- céntrica— ha desconfiado de las reidoras y ha puesto una “camisa de fuerza ideológica” sobre sus cuerpos. “Desde Eva, lamujer siempre ha sido la hechicera, aliada del diablo y venal, que ríe para engañar mejor, consumir o usurpar las energías viriles”, explica en el libro, donde dedica varias páginas a analizar los discursos médicos y filosóficos europeos que demonizaron la risa y que, en el siglo xix, incluso la convirtieron en un síntoma de la histeria femenina, opuesta a la hipocondría ligada a la in- telectualidad masculina. Melchior-Bonnet identifica un buen número de “hom- bres asustados” en la literatura occidental —entre ellos, Stendhal, Balzac y Zola—, pero también de escritoras que A la izquierda: Agricultoras riendo en Alemania, en 1972. Crédito: Gerhard Weber / Deutsche Fotothek. A la derecha: Hillary Clinton en 1995. Crédito: Paul J. Richards / afp. 20

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