Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

“¿ A lguna vez miras a alguien y te preguntas: ¿Qué está pasando dentro de su cabeza?”. Esta frase de la película Intensamente (2015) es una duda a la que neurocientíficos, psiquiatras y psi- cólogos han dedicado su vida a responder. Con el tiempo, el tema ha sobrepasado los límites de estas disciplinas, pues las emociones juegan un papel central en el mundo contemporáneo, no solo en la vida íntima, sino también en distintos ámbitos de la esfera pública, desde la política hasta el trabajo, como lo plantea la socióloga franco-israe- lí Eva Illouz, una de las principales teóricas de esta “nueva cultura de la emotividad”. Sin embargo, a pesar de su im- portancia, seguimos sin entender del todo los procesos que nos llevan a reír, enojarnos o estar tristes. Según el neurocientífico portugués Antonio Damasio, las emociones son parte de un sistema automatizado que nos permite reaccionar al mundo sin pensar. Nacemos con ellas, y con los años aprendemos a asociarlas a cier- tos hechos, objetos o personas, creando sentimientos. La ciencia ha descubierto que este sistema está basado en se- ñales eléctricas y químicos en el cerebro que funcionan a través de hormonas, de neuronas que se relacionan y de neurotransmisores que lo permiten. Se trata de procesos casi instantáneos —pasar de una emoción a un sentimiento demora solo 500 milisegun- dos— que provocan las sensaciones de alegría, tristeza, ira, asco, miedo y sorpresa, las emociones básicas según el psicólogo estadounidense Paul Ekman; las de confianza y anticipación, que agregó su colega Robert Plutchik, o las 25 que consideran los investigadores Alan S. Cowen y Dacher Keltner de la Universidad de Berkeley. No hay acuerdo so- bre cuántas emociones existen, pero sí ciertos consensos en torno a cómo funcionan —al menos, algunas— y cómo ese conocimiento puede mejorar tratamientos para la an- siedad, la depresión y la adicción, entre otros trastornos. Desde el punto de vista de la neurociencia, las emocio- nes son respuestas fisiológicas que ayudan a mantener la homeostasis, es decir, el equilibrio entre todos los sis- temas del cuerpo, necesaria para mantenernos vivos. “El miedo es uno de los ejemplos mejor conocidos. Cuando uno detecta una amenaza y se genera esta sensación, hay cambios fisiológicos: se liberan hormonas, cambia el flu- jo sanguíneo, se erizan los pelos, se dilatan las pupilas, aumenta la sangre en los músculos y se reduce en el in- testino, para así crear una respuesta como correr, pelear o congelarse”, explica el neurobiólogo Pedro Maldonado, académico del Departamento de Neurociencias de la Fa- cultad de Medicina de la U. de Chile y autor del libro ¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza? (2019). La adrenalina, la dopamina y el cortisol son tres quí- micos que se liberan ante una amenaza. Al detectar un peligro, nuestro instinto de lucha o huida se activa me- diante la liberación de adrenalina. El cortisol u hormona del estrés ayuda a mantenerse alerta, mientras que la do- pamina, neurotransmisor del bienestar general asociado al placer, se activa adelantándose a la recompensa, que es superar la amenaza. Por eso es posible encontrar placer en el miedo. De otra forma, no habría público para las pe- lículas de terror o para las montañas rusas. La alegría, la tristeza, el asco, el miedo, la ira y la sor- presa, las emociones básicas según Ekman, están entre las más reconocibles. De hecho, exceptuando la sorpre- sa, son las protagonistas de Intensamente (2015), película de la que el psicólogo fue asesor científico, y donde son mostradas en un centro de comando del cerebro determi- nando el comportamiento de una preadolescente. Sin embargo, desde el punto de vista neurocientífico, esto no es del todo acertado. No existe una única parte del cerebro involucrada en todas las emociones, aunque por años se ha popularizado, por ejemplo, que la amíg- dala está implicada en el comportamiento impulsivo y la corteza prefrontal en lo racional. “El descubrimiento más importante en el campo de las bases neurobiológicas ha sido que la emoción y la racionalidad no son opuestas, sino que están profundamente entrelazadas”, opina desde Estados Unidos Henry Mahncke, doctor en Neurociencias por la U. de California y director ejecutivo de la empresa Posit Science, creadora del programa de entrenamiento cerebral BrainHQ. “Los neurocientíficos Antonio y Hanna Damasio demostraron que nuestras emociones provienen de sensaciones reales en el cuerpo, y que la información transmitida al cerebro y percibida como emoción es tan importante para tomar buenas decisiones como la que viene de sensaciones reales de nuestros ojos y oídos, o de nuestros recuerdos, planes y pensamientos. Ser una persona completa significa incorporar toda esta informa- ción: sensación, emoción y razón”, agrega. Con ello se descartaron algunas teorías que hablaban de una supuesta división del cerebro, cuyas partes permi- tían el comportamiento racional o emocional. “Había un “La dopamina es el neurotransmisor que dice: ‘Presta atención, porque lo que está pasando es esencial para tu supervivencia’. El problema es que nuestro sistema de dopamina evolucionó para un mundo de escasez y peligro, no para el mundo de hoy”. 13

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