Palabra Pública N°31 mayo - junio 2024 - Universidad de Chile

herida. La cuestión es si acaso cabe distinguir entre el odio de los opri- midos y el odio de los opresores. Miéville plantea la pregunta por la posibilidad de superar la “amargu- ra inicial” al convertirse esta en odio de clase contra el capitalismo, pues, según él, “este es un sistema que, como mínimo, merece nuestro odio implacable por su crueldad infinita”. Pero incluso allí donde dice repudiar ideas y costumbres, el odio se dirige siempre en último término contra individuos y colectivos de carne y hueso; su violencia directa o figurada apunta a los cuerpos. No se trata solo del propósito de acabar con una exis- tencia que el victimario percibe como una “amenaza”, sino de negar su dere- cho a existir . Podría pensarse que el “odio por escrito” es una contención del paso al acto; sin embargo, hoy las redes sociales otorgan otra forma de existencia al odio. En efecto, la dispo- nibilidad del soporte digital “invita” a ejercer sobre la víctima una violen- cia verbal aniquiladora, como si una especie de “avatar” digital fuese el ob- jeto vicario de esa violencia infinita. La muerte social, moral o incluso físi- ca no es el fin último del odio, sino el medio, pues en cada caso el individuo o colectivo sobre el cual recae la vio- lencia está en el lugar de objeto infinito al que se dirige el odio bajo la figura del chivo expiatorio. A diferencia de la ira, el odio siempre se dirige hacia un objeto, se odia algo . Este objeto es producto de la misma elaboración subjetiva del odio; es decir, el odio sería la manera de darse un objeto para transformar un sentimiento de autodestrucción en un afán de destrucción. El odio es un sentimiento elaborado, no existe con independencia del lenguaje o de la acción que lo expresa. En cierto modo, se odia por escrito , cada acto de odio es siempre un mensaje. Sin embargo, el ejercicio del odio es ene- migo de toda densidad significante, no quiere detenernos en el lenguaje mismo. Un aspecto esencial del odio es, como apunta Gabriel Giorgi, “su capacidad para rasgar los sistemas simbólicos y discursivos”. El dis- curso del odio, bajo la figura de la denuncia y la condena, hace suyos los principios de la “transparencia”, de la “integridad”, del “realismo”, de la “información objetiva”. El odio es el colapso de la política, a la vez que una forma de domici- liarse en el desastre. Carece de la fuerza revolucionaria que la ira nos da para pensar el error en que se ha convertido el mundo. El título de la Bienal de Artes de Venecia 2024 es “Foreigners Everywhere” (“Ex- tranjeros en todas partes”). Para algunos, esta frase puede ser un llamado a cerrar las fronteras; para otros, en cambio, es la urgente ta- rea de reinventar nuestra forma de orientarnos en el mundo. Protestas en Santiago durante diciembre de 2019, posteriores al estallido social. Crédito: Martin Bernetti / afp. 9

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