Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile

cia en lo cotidiano: el objetivo último es experimentar lo que ocurre cuando perdemos algo importante. La tarea es difícil, ya que en general los públi- cos tienden a ser distraídos, y cuando entramos a un lugar que no nos esti- mula como esperaríamos, tendemos a abandonarlos así, sin más. Probable- mente, las estrategias de visibilización de la ausencia deban ir sofisticándose cada vez más (pensemos que en la ciudad contemporánea cada estímulo está compitiendo por llamar nuestra atención), al punto de que puedan ofrecer visitas lo más transformado- ras posible. Esto último también es parte de la propuesta curatorial del mapa, que incluyó la simulación de una pieza desaparecida mediante el uso de inteligencia artificial. La simu- lación abre espacios insospechados para la investigación patrimonial, en especial para los dedicados a la cul- tura material, donde la pérdida de objetos es inmensa. Imaginemos por un momento poder ir al museo a co- nocer obras que fueron destruidas, o poder reconstruir lenguas muertas o en proceso de extinción, así como ex- perimentar la vida en un determinado momento de la historia. La ansiedad por lo que se perdió inexorablemente se vería alterada de modo radical: qui- zá el pasado, por primera vez, no sería algo tan distinto del presente. Lo trágico, sin embargo, sigue es- tando ahí. El expolio que sufrió el mapa —así como la totalidad de la universidad— causó estragos que han determinado en gran parte su destino. El desprecio y sanción hacia cualquier forma de cultura que no fuera la que el mando militar determinara era habi- tual. En el caso del mapa, todo aquello que no referenciaba al “Chile tradicio- nal” fue parcialmente castigado por la desidiayel olvido, a tal puntoque, como nos informa la exposición, muchas pie- zas fueron descatalogadas durante los ochentapor el abandonodel que fueron víctimas. Su estado de conservación era tal que solo podían ser descartadas. Otro caso son los robos o “desapa- riciones” que afectaron al museo. El actuar criminal de los funcionarios de la dictadura se extendió incluso al delito más común de todos: el hurto. Dado el valor material de muchas de las piezas —en las que había plata, oro o piedras preciosas, por ejemplo—, no faltaron quienes, sin escrúpulos, se adueñaron de dichos bienes. A lo largo de la historia no ha sido raro que esto ocurra; de hecho, a nivel interna- cional se han creado legislaciones que han permitido recuperar, entre otras cosas, las obras robadas por los nazis. A nivel local, ha sido virtualmente imposible recuperar todo lo que la Universidad de Chile perdió, ya que se hizo “siguiendo la ley”, mediante la es- tructura de confiscación y destrucción sistemática que desarrolló la dictadura cívica-militar contra el propio Estado. No deja de ser necesario recordar que, en los primeros años de la tran- sición democrática, la Concertación prometió “revisar” las privatizacio- nes que Pinochet desarrolló durante los 17 años que estuvo en el poder, una promesa que nunca se cumplió y que ni siquiera le fue hecha a la universidad. El expolio instituciona- lizado terminó convertido en una de esas cosas de las que era mejor no ha- blar, para así no perturbar la precaria situación en la que nos encontrába- mos. Y así nos quedamos. ¿Qué más recordamos que antes estaba allí, pero ya no está? ¿Y cuándo sabremos por qué ya no está? Curada por Nury González Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago gam, Edificio B, Nivel -1, Santiago Hasta el 19 de noviembre de 2023 memoria robada 57

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