Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile

palabra crítica diego parra Crítico e historiador del arte con estudios en edición. Docente de Historia del Arte de la Universidad de Chile. Escribe enmedios especializados, en los que trabaja el vínculo entre arte y política. E ntramos a la sala y solo hay vitrinas vacías. Muchas cé- dulas de obra que describen objetos que no están en su lu- gar. Nos recibe una advertencia: esto tiene que ver con los 50 años del golpe de Estado. Más allá, otro texto un poco más largo nos da la clave para todo el lugar. Se trata de Memoria robada , una exposición que revisa la pérdida de piezas que sufrió el Museo de Arte Po- pular Americano Tomás Lago (mapa) durante la dictadura cívico-militar. Nury González, curadora de esta pro- puesta, nos indica que el museo fue parte de las múltiples instituciones que fueron expoliadas durante la in- tervención militar al interior de la Universidad de Chile, específicamente en su inmensa colección fundada por el poeta e investigador Tomás Lago en la década de 1940. Es extraño que unmuseo decida visi- bilizar suhistoriamediante la ausencia, puesto que uno tiende a pensar que incluso el robo o destrucción de piezas tieneunvestigiomaterial quepuede ser expuesto, como por ejemplo las esta- tuas atacadas, laspinturas censuradas o inclusoel registrode lasacciones icono- clastas; cualquier cosa podría ser usada para dar una imagen a aquello que ocu- rrió. La opción del vacío, sin embargo, parece estremecer más a la conciencia, ya que nos recuerda que la destrucción del patrimoniodejaunamarcaennues- tras sociedades que difícilmente puede ser resarcida, en especial en sociedades que no han implementado políticas de justicia y reparación. El arte contemporáneo ha hecho de la visibilización de la ausencia un método más para hacer presente todo aquello que ya no está (incluso a quie- nes no están). A ratos, pareciera que el simple gesto de apuntar al lugar donde antes estuvo algo que fue violentamen- te eliminado nos permite evocar con profundidad lo que ocurrió, gatillan- do recuerdos que ni uno mismo sabía que tenía guardados. Gran parte del arte que ha trabajado con la memoria entiende que la acción misma de re- cordar no es algo que controlemos del todo, ya que una imagen, un sonido o incluso un olor pueden desatar los cau- ces del pasado en nuestras mentes. La exposición del mapa, desarrollada por González, encuentra su singularidad en que debemos entenderla práctica- mente comouna acciónartística queda lugar a la reflexión sobre el pasado del museo. Esta particularidad radica en que aquello que podría haber sido di- vulgado mediante un ensayo, un libro, un documental o cualquiera de los mé- todos tradicionales de investigación, acá se comunica mediante la exhibi- ción de su historia, para que quienes más importan a un museo —a saber, los públicos— tuvieran noticia de estos hechos del modomás directo posible. ¿Podemos entender esto como una suerte de “teatralización” de la historia? Por supuesto que sí, ya que ingresar a la exposición es una experiencia sensorial compleja e impactante, que nos hace lidiar con sensaciones contradictorias, como la frustración, el asombro, la tristeza y la curiosidad. Pero no es que aquello que vemos sea una “puesta en escena” desde la idea de una narración ficticia, es más bien volver concreta la ausen- Memoria robada , en el Museo de Arte Popular Americano Lo que teníamos, con lo que nos quedamos artes 56

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