Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile

zadas en valores históricos y culturales asociados a las piezas en el marco de ciertas prácticas y espacios determinados. Sin embargo, los objetos mestizos no son entidades pasivas o neutras, pues son capaces de afectarnos en cuanto actores que, al instalar parámetros de relación distintos a los de los órdenes hegemónicos imperantes, permiten cuestionar la naturalización de estos últimos. A partir del siglo xix, de hecho, las instituciones cultu- rales en Chile, como los museos y bibliotecas, generaron una línea divisoria invisible pero evidente entre las mani- festaciones consideradas parte de las “bellas artes” y del “arte contemporáneo”, y aquellas etiquetadas como “arte popular”, “artesanía” y “folclor”. Mientras que las primeras se asociaron con los gustos y creaciones de la élite, las segun- das se consideraron expresiones anónimas del “pueblo” o productos de “las clases ineducadas”. Esta jerarquización cultural se basa en estándares extran- jeros de puesta en valor del arte, asociados a la innovación técnica, el uso de materiales singulares y el desarrollo de formas abstractas. Como señala el crítico de arte paragua- yo Ticio Escobar: “El arte occidental moderno requiere el cumplimiento de ciertos requisitos por parte de las obras que lo componen: no solo autonomía formal, sino también genialidad individual, constante renovación, innovación transgresora y singularidad en cada obra”. En contraste, los objetos mestizos provocan importantes disrupciones. Se trata de manifestaciones excluidas de los centros neurálgicos de valoración cultural, asociadas con sectores de producción periféricos, como las zonas rurales y el arte carcelario. Además, muchas de ellas, como la cerámi- ca de Quinchamalí, los objetos de crin de Rari y la cestería de Huelmo, por mencionar algunas, han sido desarrolladas principalmente por mujeres, desafiando así la concepción decimonónica y patriarcal del patrimonio. Por medio de la articulación constante de diferentes tra- diciones y fusiones de elementos culturales, los patrimonios mestizos desmantelan la noción tradicional de cultura, concebida como una entidad cerrada y libre de contamina- ciones externas. Y a través del uso de materiales simples y temáticas estrechamente vinculadas a la vida cotidiana, es- tos patrimonios cuestionan la separación del arte con la vida social, como suele ocurrir en el desarrollo de las “bellas ar- tes” y el arte contemporáneo. Los patrimonios mestizos representan una parte fun- damental de la identidad cultural de América Latina. La reflexión histórico-crítica en torno a ellos nos muestra que el ejercicio de valoración de los objetos, a través de sus im- purezas y contaminaciones culturales, es fundamental para repensar las categorías que sustentan la jerarquización cultural en Chile y Latinoamérica. Pensar en torno a ellos nos revela el potencial que ofrecen estos patrimonios para generar fisuras importantes en la normalización de las con- cepciones, prácticas y espacios que sustentan la cultura en nuestro país y el continente. [Izquierda] Retablo con seis escenas (detalle). de Jesús Urbano Rojas. Ayacucho, Perú. Ca. 1963. [Derecha] Cruz con símbolos de la pasión , de Joaquín López Antay. Ayacucho, Perú. Ca. 1950. Colección Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (mapa). Facultad de Artes, Universidad de Chile. 47

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