Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile

El silenciamiento, el borrado histórico de lasmujeres. —Claro. Ahí me di cuenta de que había mucha informa- ciónquenoshabíanhurtado,poresoempecéareconstruirla de forma consciente. Muchas personas me dijeron “¿por qué no escribes un libro sobre lasmujeres en la Antigüedad o sobre las escritoras?”, y dije que no: creo que ha llegado el momento de escribir libros de historia donde estén las mu- jeres junto a los hombres, no como una excepción, no como una monografía, no como ese apartadito que escriben al final de las lecciones de historia o de arte donde nombran a dos o tres. No, integrarlas totalmente, porque ellas estu- vieron ahí y han desempeñado un papel muy importante en la historia. No a la altura de los hombres, porque no se les permitió, pero dado los obstáculos, es muy admirable que hayan estado. Algo muy di- fícil de rastrear es la presencia de las mujeres en la oralidad, en las tradiciones gestadas en un mundo de analfabetismo, lo que ha sido muy despreciado. Pero se ha mantenido la memoria, y me parecía importante [resaltar] la labor de las mujeres dentro del hogar como maestras. Por ejem- plo, siempre decimos “lengua materna” porque tradicional- mente han sido las mujeres las que enseñan a hablar. En la cotidianeidad indígena, en América Latina, eso es fundamental, porque la oralidad también es resistencia y refugio en un sentido político, para con- servar y mantener viva una cultura. —En elmundo occidental también. Cuando los hermanos Grimm fueron a buscar [cuentos y] tradiciones, conversaron con las nanas, las yayas, las nodrizas y las mujeres del servi- cio. Eso ha existido en todas las culturas. Ellas son las que hancontado lashistorias, comoenel casodeBramStoker, [el autor] de Drácula : era sumadre la que le contaba los cuentos irlandeses de la hambruna, de los muertos que se enterra- ban. Esos imaginarios de las mujeres han ido a parar en los hombres, que sí han tenido la posibilidad de escribir y de plasmarlos en la literatura culta, pero no se ha reconocido su labor de narradoras, trasmisoras y creadoras de mitos. Es poderosísimo, por eso usé lametáfora textil en el libro. Todo eso ha quedado atrapado en el lenguaje como un fósil, como un mosquito dentro de una pieza de ámbar, lo que nos per- mite ponernos en contacto con un estratomuy antiguo de la narración, y que asocio a una actividad típicamente femeni- na, como es el telar, la rueca. Con el movimiento feminista en América Latina se ha recobrado justamente el bordado y esos códigos que implican trenzar para contar. —No se ha valorado la dimensión colectiva ni de la lec- tura ni del bordado. Y ahora hay muchos clubes de lectura en los que se hacen las dos cosas, porque están haciendo ganchillo o punto mientras hablan de libros, lo que, a la larga, es volver a ese tiempo en que la mujer trabajaba con la rueca o el telar y, al mismo tiempo, escuchaba historias. Eso también es una forma de documentar, crear, trasmitir y construir una memoria colectiva. ¿Estamos en un buen momento para la lectura? —Lo gracioso es que esto siempre lo pensamos desde el pesimismo. Si lleváramos milenios empeorando, no sé si a estas alturas quedaría algo. Soy optimista y veo que en las redes sociales hay jóvenes hablando de libros, que tienen sus canales de TikTok especializados en libros, los comentan, intercambian sugerencias. También está el fenómeno de los clubes de lec- tura, de personas que se reúnen sin instituciones que medien. Ha sido muy espontáneo. Pri- mero leen y luego comparten, es decir, hay un movimiento hacia la oralidad al comentar el libro y ponerlo en común. Hay mucha gente intere- sada en diversas formas de expresión para ir narrando y pensando el mundo en que vi- vimos, desde la escritura creativa hasta la fotografía. Ahí puede haber esperanza. —Yo lo creo así. Cuando estudias la historia ves que hay épocas que han sidomucho peores, y eso sirve para pensar que esa acumulación de batallas ha tenido un resultado histórico y una construcción común. Es decir, la lucha de cada época no se pierde, nos vamos abriendo caminos. Más allá de eso, creo que siempre hay que actuar como si se pudiera derrotar al mal, como decía [Albert] Camus. Incluso si no es posible derrotarlo, porque ese “como si” a veces es el salto que puede transformar las cosas. Claro, la utopía es el camino. Las historias más te- rribles, incluso, abren la posibilidad de un futuro. —Las historias terribles son muy importantes, por- que en ellas se conocen los peligros, la fragilidad, las luchas; y todo eso te fortalece y te vuelve más conscien- te. Ahora hay una corriente que quiere retirar palabras ofensivas y las partes oscuras de los libros y de la his- toria, pero si las eliminamos, construimos una especie de pasado mucho más sereno, tranquilo y perfecto, pero a la vez falso. La nostalgia, a nivel político, es muy pe- ligrosa, porque se construyen supuestos paraísos en el pasado y después se intenta volver a ellos. Hay que saber cómo en momentos históricos terribles se ma- nifestaron las amenazas, cómo se justificaron [ciertas ideas], cómo ganaron terreno y adeptos. Hay que cono- cer esos mecanismos para estar preparados cuando el peligro vuelva. Porque el peligro siempre vuelve. “Muchos me dijeron ‘¿por qué no escribes un libro sobre las mu- jeres en la Antigüedad o sobre las escritoras?’, y dije que no: ha llegado el momento de escribir libros de historia donde estén las mujeres junto a los hombres, no como una excepción”. 45

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