Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile

En El infinito en un junco haces referencia a los libros como un refugio. —He utilizado muchas veces la palabra refugio, aun- que soy consciente de que tiene ciertos peligros de malinterpretación. Porque el refugio puede ser la idea de la evasión de la realidad, de salir del mundo. Me re- fiero a refugio en el sentido de guarida, un lugar seguro donde te apartas del ruido y la furia para pensar, para reencontrarte con otras voces. Todo lo que he aprendi- do en los libros me ha ayudado a vivir mejor. Cuando lees un libro es cuando más cerca estás de adentrarte en el cerebro de otro ser humano, y entonces ves el mun- do desde otra óptica. Para las personas que, como yo, se han sentido o les han dicho “raras”, el libro se vuelve refugio, porque te das cuenta de que esa sensación de no en- cajar la tiene todo el mundo. También conectas las vidas y las palabras de hoy con las de la Antigüedad. ¿Cómo llegas a trazar esta historia larga que nos une como humanidad? —Creo que nació de una necesidad de genealogía que tenemos las escritoras. Mis abuelas, por ejemplo, eran muy inteligentes y querían ir a la universidad, pero no pudieron porque sus padres pensaban que una mujer de- bía casarse y no tenía sentido estudiar. Muchas veces es necesaria esa luz larga de la historia para entender que ha habido logros, luchas y rebeldías que han sido necesa- rias para lo que vivimos hoy. Lo mejor de nuestro mundo nace de las rebeldías del pasado, y es importante tener esa visión de proceso, de esfuerzo permanente; también de fragilidad, porque todos los logros pueden revertirse. Por ejemplo, la democracia ateniense se perdió duran- te muchísimos siglos. Ese tipo de lecciones me parecen muy importantes. El infinito en un junco no es sobre el pasado, sino sobre el hoy. Porque para entender el ahora hay que entender el proceso que nos ha traído hasta aquí, el porqué de nuestras instituciones, sistemas políticos, ideas, fracasos, tropiezos. Como mujer, en particular, me interesaba buscar una hebra en la Antigüedad y encon- trar dónde estaban las lectoras y las escritoras. La metáfora del hilo | En El infinito… mencionas a Safo, Corina, Telesila, Mirtis, Praxila, entre muchas más, y cuentas que el primer libro está adscrito a una mujer, a Enheduanna. —Cuando estudié el mundo de la Antigüedad nadie me nombró a ninguna mujer, con la excepción de Safo. Ella era la única mencionada en un panorama completamente mas- culino. Me dediqué a releer las fuentes, fui reuniendo nombres que aparecen de forma secun- daria y con esas evidencias dispersas intenté armar una imagen de conjunto. Así encontré la figura de Enheduan- na. ¿Cómo es posible que no esté en nuestros manuales de historia, de literatura, siendo la primera persona que firma un texto con nombre propio? Es decir, el yo, la au- toría, la autoconciencia y autodefinición de un escritor nacen con una voz femenina. Me di cuenta de que no solo había menos mujeres por el hecho de haber tenido menos acceso a la educación, la escritura y los libros, ya que en Grecia el rol femenino estaba asociado a lo ma- ternal, a la casa. También porque las que hubo fueron orilladas, olvidadas; no hubo el mismo interés por copiar sus obras para garantizar la supervivencia de su legado. entrevista “La nostalgia, a nivel político, es muy peligrosa, porque se cons- truyen supuestos paraísos en el pasado y después se intenta volver a ellos”. 44

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