Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile

—Sí. Yo creo que, para reparar esta lejanía, dentro de la urbe debemos encontrar la conexión entre lo que come- mos y de dónde procede. También [es importante] salir de la ciudad, porque hace bien, uno se renueva y permite cultivar una relación con la naturaleza, tal como ocurre con las relaciones humanas. Si uno nunca ve a una per- sona, ¿cómo va a tener una relación amorosa? Hay que ir a ver a las loicas, a las diucas, a las perdices, a los árboles. Es una relación muy bonita y ayuda a la salud. Proteger un espacio natural para la conservación tie- ne beneficios que van más allá de cuidar un ecosistema o salvar una especie particular. La interconexión entre diferentes áreas tiene impactos positivos en las cuencas hidrográficas, lo que se traduce en beneficios a nivel so- cial y económico. —Cuando uno visita una cuenca donde se conservan los bosques, percibe un ambiente mucho más húmedo que en las zonas deforestadas —explica—. Sin embargo, no toda la gente tiene conciencia de estos cambios cli- máticos locales que nos ayudan a hacer frente al cambio climático global y a sostener la agricultura. Mantener protegida una cuenca, es decir, con vegetación, sirve para mantener los flujos de agua, la calidad del agua y el abastecimiento. El investigador enfatiza en la necesidad de una plani- ficación territorial que considere la matriz de paisajes donde se insertan las áreas protegidas, y asegura que es urgente regular de mejor manera las transformaciones de tierras agrícolas o ganaderas y otros hábitats en par- celas de agrado y condominios. —Si bien estas neourbanizaciones son a veces jus- tificadas, deben normarse para prevenir que afecten la conservación de la biodiversidad y las actividades econó- micas, como la agricultura, la ganadería y la viticultura. Por ejemplo, en el río Lircay, cerca de Talca, se están loteando terrenos con fuertes pendientes en la precordi- llera de San Clemente, una de las principales comunas agrícolas de Chile, que ahora tendría un alto riesgo de quedarse sin agua —señala. Este año se publicó la ley que crea el Servicio de Bio- diversidad y las Áreas Protegidas (sbap), después de varios años de discusión. ¿Cuál es su importancia? —El primer aporte es que ayuda a entender la interre- lación que existe entre las áreas protegidas terrestres y marinas. Reconectar el mar y la tierra es algo que se gana con el sbap, porque las áreas protegidas terrestres y las marinas estaban a cargo de distintos ministerios. Un se- gundo aporte es que permite al país planificar de manera más integral una agenda de áreas protegidas y su finan- ciamiento. Chile es uno de los países con la más baja asignación de recursos públicos para la implementación y desarrollo de las áreas protegidas. Los guardaparques son verdaderos héroes, se la juegan, pero esta situación F iu, el sietecolores ( Tachuris rubrigastra ) mascota de los Juegos Panamericanos y Parapanamerica- nos Santiago 2023, ha sido visto en la naturaleza solo por una minoría de la población. Se trata de una especie que vive en los humedales, ecosistemas críticos para la regulación del agua, pero que durante el siglo pasado fueron menospreciados y desecados por ser fuente de mosquitos o para dar espacio a la urbaniza- ción. Hoy, su desaparición podría dejarnos sin el popular sietecolores y otras especies aún más desconocidas, so- bre todo para quienes viven en zonas urbanas. —Al vivir dentro de la ciudad, la gente se olvida de que en los alrededores cohabitan otros seres que sufren el impacto de lo que hacemos —dice Ricardo Rozzi (Santia- go, 1960), fundador y director del Centro Internacional Cabo de Hornos (chic), en la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, quien ha dedicado su trabajo a la conservación biocultural y a estudiar las interrelaciones entre las formas de conocimiento y de habitar el mundo natural. El biólogo, académico titular de las universi- dades de Magallanes y de North Texas, Estados Unidos, y quien en octubre recibió el premio de la Fundación Áreas Protegidas (con el apoyo del Ministerio del Medio Ambiente, Conaf y la ong The Pew Charitable Trusts), cuenta que el desconocimiento de estas especies es un fenómeno común. —En el chic tenemos un programa de investigación desde México hasta Cabo de Hornos, y esta baja per- cepción la hemos registrado [en todas partes]: en las ciudades del continente hay un creciente desconoci- miento de la diversidad biológica y cultural con la que compartimos —asegura. Sin embargo, el científico ad- vierte que, en el caso chileno, esta relación distante con la naturaleza no es homogénea, es decir, no se da de la misma forma en todo el país: —Chile es un país de múltiples culturas y pueblos. Es muy diverso y no podemos comparar lo homogeneiza- do y urbano de Santiago, Concepción y otras ciudades, con lo que viven, por ejemplo, aimaras y quechuas en el norte, los pescadores en las caletas, los pehuenches en la cordillera o los habitantes del archipiélago de Chiloé. Al recuperar esa conciencia de que habitamos con estas comunidades y somos respetuosos, descubrimos que Chile es un país muy lindo cultural y biológicamente, y que tanto la diversidad biológica como la cultural se in- terrelacionan. No podría haber una colecta de piñones si no hay araucarias. El reconocimiento de este árbol como monumento natural favorece su protección, de la que ancestralmente han estado preocupadas las comunida- des pehuenches. En la medida en que recuperamos esta memoria biocultural, comprendemos que, en realidad, la diversidad biológica no es algo que esté fuera de la cul- tura, sino que está muy entretejida con ella. En las áreas urbanas es donde vemos un poco más le- jana la biodiversidad. 35

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