Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile

Suiza, con el holandés Bernard Haitink, una de las gran- des batutas del siglo xx, reconocido por dejar hablar a la orquesta, sin imponerse. —Él fue siempre muy generoso conmigo, muy interesa- do. Yo estaba lleno de preguntas. Él fue el que me dijo esa gran máxima: primero escucha lo que la orquesta te dice. Deja que la música te hable, pero no en un sentido eso- térico, sino en uno muy literal. No vengas predispuesto, porque o sino no escuchas realmente lo que está pasando. El director chileno también ganó la Beca Dudamel, una pasantía con el consagrado conductor venezolano Gustavo Dudamel en la Filarmónica de Los Ángeles (la phil), Estados Unidos, una de las orquestas más impor- tantes del mundo. Unos años después, se transformó en su director asociado, puesto que ocupó durante seis años hasta mayo pasado, y que combinaba con su rol en la foji. Así, un día podía estar dirigiendo a músicos consa- grados y, a la semana siguiente, pasar a la conducción de una niña violinista de Maipú. —Con Gustavo compartimos esta cosa de que el arte es muy importante, sublime, pero no es para creer que los artistas son sacrosantos o custodios de un Santo Grial al que nadie puede ingresar —comenta, y afirma que estas son máximas que aplica cotidianamente. Cuando está arriba del podio, dice, dirige a un organismo vivo, a quien le transmite rigurosidad y pasión, pero también alegría, al igual que al público: antes de cada concierto, le suele explicar las obras a los asistentes antes de solicitar el primer acorde. Y para promocionar la ópera El viaje a Reims , por ejemplo, apa- reció ataviado con una bata de baño en una especie de spa en las redes sociales del Teatro Municipal, donde es el director invitado principal de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Esa faceta de divulgador la despliega en diferentes canales. Creó Ponle Pausa , cápsulas audiovisuales en YouTube que exploran desde el silencio en la música hasta por qué algunos sonidos nos hacen reír; o su libro Rubato: procesos musicales y una playlist personal (2020), un texto dedicado a su hijo Andrea, que cruza su historia personal, hitos de la música clásica y algo de teoría, con una banda sonora disponible en Spotify. Quizá lo más parecido al sueño de Bernstein: la divulgación sin fron- teras ni prejuicios de la música clásica, o la música más transversal, como la llama Bortolameolli. —En algún momento alguien me preguntó: ¿qué quie- res con Ponle Pausa ? Le dije que me gustaría que fuera material de estudio obligatorio en los colegios. Es un proyecto que funciona, que cumple un fin didáctico. Es entretenido, cercano, ágil, rápido, corto, pero lo logras. Siempre cuando sueño, como lo he hecho en Colina, en la Octava de Mahler, en los proyectos en Estados Unidos o en el libro, todo está conectado con la misma energía. Todo tiene un hilo conductor, porque nace desde mi necesidad genuina de que la gente se acerque a algo de lo que nunca debiera haberse alejado. ¿Por qué hablas con el público antes de iniciar un concierto? —Porque siento que es muy fácil que la gente se conec- te si le hablas desde lo que sabes, con mucho cariño, no dando una clase. Con cercanía y sobre todo entusiasmo, porque al final de cuentas esto es algo que a mí me mueve. Son aspectos esenciales que, creo, tiene cada obra en par- ticular. Es como compartir un secreto, y haciendo eso se genera una expectativa inmediata. Entonces su audición se convierte en una audición activa. Todos, durante esas horas, seremos parte de una experiencia superíntima. Y la única forma, creo yo, de abrir esa puerta, es que hables con soltura. Lo hago así porque me siento… ¿Cercano? —Sí, más cercano al público. Hace mucho tiempo que ya no creo en la distancia del artista. El arte no va a ser más sublime porque yo lo haga más distante. Y no lo será menos porque lo haga más cer- cano, eso es un error esencial. El arte siempre va a ser impor- tante, siempre va a tener un mensaje trascendental. Entonces, ¿cómo democra- tizamos la música? —Tenemos que estar todos en una cruzada similar. Todos, no solo los artistas, sino también los teatros y sus áreas de comunicaciones, que son fundamentales. Un teatro debe tener un ojo prioritario en quien maneja las comunica- ciones y la narrativa. Las redes sociales hoy, por ejemplo, son un recurso fantástico si es que están bien utilizadas. También, por supuesto, las políticas públicas, las mallas curriculares en los colegios, que me parecen esenciales, porque todo parte de la educación. Te apasiona Mahler; eres pianista, director y divul- gador, como Bernstein. —No me considero un director de podio, en el sentido de la exclusividad que significa subirse a dirigir una sin- fonía, tener muchos aplausos y una buena crítica. Eso me parece insuficiente, no me hace sentido. No me llenaría, me quedaría cojo. La palabra “comunicación” es la que engloba todo. Si al final de cuentas, el director de orques- ta es un comunicador. Cuando doy clases siempre digo algo que es obvio, que todo el mundo sabe, pero a veces los alumnos se olvidan: ‘ustedes no están tocando ni una sola nota, literalmente. Ustedes se deben a los dedos, a las voces de otros. Entonces, comunicar es lo que hacemos. Comunicar ideas, gestos, miradas, respiraciones’. “Hace mucho tiempo que ya no creo en la distancia del artista. El arte no va a ser más sublime por- que yo lo haga más distante. Y no lo será menos porque lo haga más cercano, eso es un error esencial”. 31

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