Palabra Pública N°30 2023 - Universidad de Chile
Se dice que hoy accedemos a una nueva cultura de la memoria. No sé lo que saldrá de todo esto, pero me preo- cupa que las brechas sociales y la desigualdad se tornen cada día más insalvables. La red simula muy bien la de- mocratización, y creo que esto nos hace más ciegos y dóciles a los discursos hegemónicos. Es válido pregun- tarse quién garantiza hoy el acceso a la cultura en Chile. Desde luego que el periodismo cultural es una forma de mediación fundamental, que debiera ser protegida en particular por el Estado. En el Chile neoliberal, sin em- bargo, éste renuncia a cuidar los archivos y a sostener los proyectos de la prensa cultural: prefiere dejar el legado de La Nación en manos de una universidad privada y publi- car su avisaje en un diario como El Mercurio antes que en una revista cultural. Se podrían crear, asimismo, medios culturales públicos, como La Agenda Revista , del Gobier- no de la Ciudad de Buenos Aires. No ayuda, tampoco, el escaso interés de las élites chi- lenas por la cultura, salvo por proyectos como Tobacco & Friends (2000-2005), de Chiletabacos, que buscaba hacer más amable esa industria a través de un ciclo de entrevistas a personalidades de la literatura, el teatro y otros ámbitos. Argentina tiene ejemplos de privados que han inyec- tado no solo dinero sino también pasión a proyectos perdurables, como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) o el espacio editorial, la revista y la librería Eterna Cadencia. Pero en Chile, el interés literario, con contadas excepciones, es escaso. Un programa como La Ciudad y las Palabras, alojado en la uc, ha sido posible por muchos años gracias al apoyo de distintos aportes pri- vados y gracias al empeño de su gestora, Loreto Villarroel. No nos engañemos pensando que esto pasa en todos la- dos. En Estados Unidos la crítica no ha muerto, y que un crítico o crítica del The New York Times Book Review reseñe positivamente una novela todavía es un enorme aliciente a la lectura. El periodismo cultural sigue presente en espacios como Babelia en España o Página/12 en Argentina. Tal vezmediganque enChilenohayplata. ¿Enserio?Creo que se tratamás biendeunasuntode prioridades, ypartedel experimento chileno es suprimir estos espacios, jibarizarlos, porque conviene hacerlo. Aun así, tuvimos un estallido so- cial en 2019, con miles de personas en las calles exigiendo educación y salud de calidad, y hoy son miles quienes man- tienen vivas las artes y la crítica a punta de entusiasmo, como escribe la ensayista Remedios Zafra a propósito de la precarización de quienes trabajan en el ámbito de la cultura. Por lo mismo, el retiro de las voces críticas y la crisis del periodismo cultural no debieran sernos indiferentes. ¿Por qué no luchar por estos espacios? ¿Por qué darse por venci- dos? ¿No debemos seguir reclamando al Estadouna política de comunicaciones que valore y propicie la continuidad y alcance de proyectos vinculados con la divulgación cul- tural, de espacios como La Nación o, más atrás, Editorial Quimantú? ¿Pensamos, acaso, que no habrá más curiosos que, como nos ocurrió a nosotros, lean un artículo periodís- tico y con él se asomen a nuevos desafíos ymundos? Peatón Hugo/Pexels 11
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