Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile

te el golpe militar y la dictadura, en sexto básico y segundo medio, y constató que los asuntos considerados más po- lémicos —como la violación de derechos humanos— se tratabanmenos. “Ahí nos dimos cuenta de que la cobertura curricular, es decir, cuántos profesores enseñaban los con- tenidos, era muy baja, era menos de la mitad”, afirma. Los docentes evitaban el conflicto que podía provocarse con las autoridades educacionales, los apoderados y, mu- chas veces, los propios estudiantes. Además, debían lidiar con los temores de ser sancionados, la falta de materiales bibliográficos y, en algunos casos, revivir sus propios trau- mas psicosociales. “Tenían que hablar de hechos que los habían afectado directamente. Entonces, eran materias que estaban cargadas de emoción”, explica Toledo. Recién en 2009, tras una actualización, apareció explícitamente en el currículum el concepto de “violación sistemática de los derechos humanos”. “La escuela ha sido una institución más bien tradi- cional y conservadora, que va muy atrás de los cambios societales”, afirma Estela Ayala. Lo anterior explicaría, según la académica, por qué se ha evitado abordar estos temas conflictivos, prefiriendo el terreno de las certezas. “Algunas instituciones escolares aplican mecanismos de censura, obstaculizando diseños pedagógicos críti- cos que, por ejemplo, aludan explícitamente a los casos de violación a los derechos humanos y al terrorismo de Estado. Cuando no está la censura, también opera un no-hacer, como acción poco comprometida con un tema socialmente relevante”, agrega. En 2012 entraron en vigencia las Bases Curriculares actuales –que terminaron de implementarse en 2020–, las mismas que causaron conflicto por el reemplazo de la palabra “dictadura”. En ellas se mandata a los profesores a incluir experiencias y puntos de vista múltiples en la docencia del golpe de Estado, destacando el valor de la de- mocracia y los derechos humanos. Sin embargo, lograrlo en las salas de clases sigue siendo un desafío. Hoy, una actividad frecuente consiste en la recopilaciónde historias familiares. “Laestrategiaqueusamos esqueel estu- diante, dentro de su núcleo más cercano, pueda visualizar a un pariente, amigo o vecino que haya vivido en ese contexto y que pueda relatar su experiencia”, cuenta Nancy, profesora y jefa del departamento deHistoria y Ciencias Sociales de un colegio público de la comuna de Santiago. “De esta forma, le damos vida a los objetivos de aprendizaje”, agrega. Para los alumnos, muchas veces la historia es un relato que no se relaciona con sus biografías, señala Marianne, profesora de Historia, Geografía y Educación Cívica de un colegio privado de Santiago Centro. Por lo mismo, este tipo de ejercicios les permite comprender cómo los procesos históricos dan forma al presente. “Es distinto escucharlo de tus padres que leerlo en un libro o que te lo cuente un historiador”, dice. Esto les ayuda a entender “la diferencia entre memoria e historia, y que a partir de esa diferencia —una tiene que ver con la experiencia personal o colectiva y la otra es la sistematización de un suceso—puedan saber cuándo opinan desde uno u otro concepto”, añadeMarcela, del mismo equipo docente que Marianne. Con el fin de favorecer el pensamiento crítico, el currícu- lumplantea el trabajo con diversas fuentes de información. “El rol del docente es ser un mediador del contenido, es decir, yo transmito un contenido y el alumno adopta sus propias posturas”, dice Nancy. Pero en la práctica, no siem- pre sucede así. Paula, profesora de Historia y Ciencias Sociales que trabaja hoy en un colegio privado del sector oriente de Santiago, cuenta que su experiencia ha sidomás compleja. “Trato de que los alumnos aprendan a escuchar- se con respeto. Si tienes un estudiante que está contando una historia y otro la objeta como una experiencia menos válida, ahí hay un límite que no se puede permitir”, explica. Una de las prácticas desarrolladas es crear un espa- cio seguro para que los alumnos puedan opinar sin ser descalificados. Sin embargo, como detalla Marcela, en ocasiones los estudiantes que están en los extremos evitan las instancias de discusión. “En el electivo Comprensión histórica del presente tengo estudiantes de todas las ten- dencias políticas. Algunos son conservadores y otros muy progresistas. Es tan dicotómico que se nota en la sala. Se sientan en lugares distintos”, afirma. Más allá de las dificultades que plantea la realidad específica de cada curso, también hay problemas rela- cionados con la extensión del currículum. Las Bases Curriculares proponen una mirada dialógica entre la historia de Chile y la del mundo, por lo que en segundo medio se estudia el siglo xx universal, latinoamericano y chileno. “Si bien lo ideal sería poder abordar el golpe con la detención y profundidad que merece, es tanto lo que hay que cubrir en términos de contenido, habilida- des y objetivos que al final se transforma en una cuestión tangencial”, plantea Marcela. «Los docentes evitaban el conflicto que podía provocarse con las autoridades, los apoderados y, muchas veces, los propios estudiantes. Además, debían lidiar con los temores de ser sancionados, la falta de materiales bibliográficos y, en algunos casos, revivir sus propios traumas psicosociales». 73

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