Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile

H ace unos meses, en el seminario Cómo se ense- ña el golpe de Estado en la escuela, organizado por el Museo de laMemoria y los Derechos Hu- manos, Viviana Castillo—actual coordinadora nacional de la Unidad de Currículum y Evaluación del Mi- nisterio de Educación (Mineduc)— contó que cuando era profesora de Historia, lo primero que le preguntaban en las entrevistas de trabajo era cómo iba a abordar el golpe de Estado. “Esa pregunta era, en definitiva, un filtro para ser admitida o no como docente”, reveló. Cada cierto tiempo, aparecen casos parecidos en la prensa. Por mencionar uno reciente: en 2018, la directora de un colegio de Las Condes despidió a un profesor por enseñar la palabra “dictadura”. “Me dijo que esos temas era mejor no tratarlos. Que si los niños creían que era un gobierno militar, bueno, que era mejor dejarlo así”, contó el docente en The Clinic en ese momento. Poco después, el Segundo Juzgado de Letras de Santiago determinó que se trataba de un “despido injusto” y condenó al estableci- miento a pagar una indemnización. Estos ejemplos reflejan, a grandes rasgos, las tensiones que existen al momento de abordar este pasaje de la histo- ria chilena, que hoy se enseña en sexto básico y segundo me- dio, y que, según las Bases Curriculares del Mineduc, debe contemplar “distintos actores, experiencias y puntos de vista” y hacer énfasis en “el consenso actual con respecto al valor de la democracia”. El camino para llegar a este punto, sin embargo, ha sido largo. Durante los años 90, y hasta comienzos de la década del 2000, este periodo no estaba incluido en la enseñan- za escolar ni en los textos de Historia de Chile. El primer intento por integrarlo tuvo lugar en 1992, pero el proyecto fue rechazado porque se temió abrir un debate que “no era propicio dada la fase en que se encontraba la transición política”, explica Leonora Reyes, académica del Departa- mento de Estudios Pedagógicos (dep) de la U. de Chile, en el ensayo “Olvidar para construir nación” (2002). En 1998, en el contexto de la reforma educacional im- pulsada por los gobiernos de la Concertación, se incorporó gradualmente la historia reciente en el currículum oficial. Desde entonces, cualquier modificación en la asignatura de Historia, Geografía y Ciencias Sociales ha estado rodea- da de disputas que han desembocado, en la mayoría de los casos, en la búsqueda de puntos comunes compartidos por todos los sectores políticos. Por ejemplo, en 2012, y tras la implementación paulati- na de las nuevas Bases Curriculares, el Consejo Nacional de Educación del gobierno de Sebastián Piñera tomó la decisión de cambiar el término “dictadura” por “régimen militar” en los libros escolares, una medida que causó indignación en sectores políticos y académicos. Frente a ello, el ensayista y académico Álvaro Cuadra advirtió en La Tercera que no se trataba solo de un asunto semántico: “el uso del lenguaje es una de las herramientas fundamen- tales en la construcción de la memoria y el imaginario de una sociedad”, dijo. La solución fue “salomónica”, en pa- labras del entonces ministro de Educación Harald Beyer: incluir los dos conceptos, reconociendo la pertinencia de ambos. Una vez más surgía el problema por el pasado re- ciente en la educación chilena. Cambios curriculares | La dictadura militar realizó profundas reformas al sistema educativo, entre ellas, la redefinición del currículum nacional. En 1979, de hecho, Augusto Pinochet afirmaba en El Mercurio que la Enseñan- za Básica constituye el periodo en que los jóvenes deben ser entrenados “y así queden capacitados para ser buenos traba- jadores, buenos ciudadanos y buenos patriotas”. En cuanto a los contenidos de la asignatura de Historia, estos se orien- taron a fortalecer la importancia de España y a destacar la relevancia de ciertos héroes o personalidades, según detalla Leonora Reyes en su ensayo. Ya en democracia, duran- te el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle se realizó una reforma curricular a fondo, entre 1996 y 2002. “En ese momento, para la Básica, se pensó que el golpe era muy contingente y no se debía tocar”, explica Jacqueline Gysling, exencargada del equipo de Historia y Ciencias Sociales de ese proceso y académica del dep de la Uni- versidad de Chile. En la misma línea, se decidió que en el primer ciclo escolar la historia nacional debía ser estudiada hasta la década de 1960, en sintonía con una transición política donde se privilegió un discurso pú- blico conciliador que, por lo mismo, tendía a silenciar el pasado conflictivo y traumático. “No poder contar la historia, no poder contar con la historia, no poder contar con la memoria, esto es precisamente nuestro malestar en la democracia”, escribió en esos años el filósofo chi- leno Sergio Rojas. En 1998 se aprobaron los Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos Obligatorios para la Educación Me- dia, lo que supuso una ruptura final con el currículum nacionalista y enciclopedista de Pinochet —como lo de- finió el académico Renato Gazmuri en su tesis doctoral La construcción ideológica del currículum chileno de Historia y Ciencias Sociales (2013)—, pues se incorporó el estudio del presente y de la sociedad contemporánea. “La última reunión de aprobación fue en la sede del entonces Consejo Superior de Educación con el exco- mandante en jefe del Ejército Ricardo Izurieta presente. «El golpe militar de 1973 y la dictadu- ra (…) han generado tensiones sobre su pertinencia al ser incorporadas en el currículum, pasando desde teorías del empate a miradas que intenta- ron darle un toque neutral, hasta las actuales, que tratan de complejizar su abordaje», dice Estela Ayala. 71

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