Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile

el basto y abigarrado mundo de Hernán Castellano, cuyos lindes más remotos parecen rozar la escritura automática sin que su centro deje de estar en ese criollismo sui generis , esa transfiguración de la realidad inmediata del país, de su historia, de sus costumbres, de su lenguaje a través del deli- rio y la alucinación”, destaca Sanhueza. Eso es. Nosferatu, una escenita criolla transfigura la reali- dad inmediata bajo el prisma de la fantasía. Es Chile lleva- do al esperpento. La cotidianeidad con un filtro vampírico. “Es una película valiente, novedosa, que no se terminó nunca. Quedó como un paréntesis extrañísimo en la ci- nematografía de la up. Es un registro de época también. Vale la pena mirar las calles, el entorno, las murallas, las micros”, destaca Olivares. Córdova va más lejos. “Cuando vi al cura karateka me acordé de Braindead , de Peter Jackson. Me sorprendió descubrir que ya existía esa asociación en 1973. Un año después, la Hammer (productora inglesa célebre por una serie de películas de terror gótico) produjo Drácula y los siete vampiros de oro , en la que karatekas secuestran a los vampiros. Sin proponérselo, Castellano Girón se adelantó a dos iconos del cine de terror”. Una largapesadilla |HernánCastellanoGirón solía contar que en 1959 Allen Ginsberg entró a la Facultad de Química y Farmacia de la Universidad de Chile, donde estudiaba, en busca de sicotrópicos. Caminaron por la Alameda y cruzaron algunas palabras. Se reencontraron más tarde, en 1979, en el Primer Festival Internacional de Poesía en el Lido de Ostia, en Italia, y un año después en Detroit, en la casa del célebre poeta y activista John Sinclair. “Estuvo con personajes gloriosos en Estados Unidos y Eu- ropa”, remarca Olivares, para quien Nosferatu, una escenita criolla es solo el apéndice de un corpus literario que incluye más de una docena de obras, desde el libro de cuentos Kraal (1965), pasando por la novela autobiográfica Calducho o las serpientes de calle Ahumada (1998) hasta Llamarada de nafta (2012) y El invernadero (2013), publicadosporEditorial Cuneta. Hernán Castellano Girón regresó a Chile en el año 2008. Se instaló en Isla Negra, cerca de la casa de Neruda. “Él se asumía como un marginado”, cuenta Olivares. “Siempre se sintió como alguien que no encajaba porque no estaba dentro de los cánones. Tenía una sensibilidad poco frecuente para una época y para el cine. Ese fue su gran sueño y su frustración. Quedó con muchos guiones escritos. Calducho… , que es una gran novela, terminó en cajas de saldo. Él sentía que ese libro merecía mucho más, que debió haber tenido más repercusión, pero no la tuvo”. “Por desgracia fue la única película que hizo”, se lamen- ta por su parte Jaime Córdova, declarado admirador de un filme que no es fácil ubicar en la historia del cine chileno, más allá de la trayectoria que comparte con otras obras cinematográficas mutiladas por el golpe. De todas, Nosfe- ratu, una escenita criolla es probablemente la más premo- nitoria. Acoge la sátira y el miedo como adelanto de la no- che siniestra de 17 años que vendría. Una larga y macabra pesadilla que jamás dejará de horrorizar. 67

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