Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile
también, las caricaturas condescendientes de los dibu- jantes partidarios del régimen. En su artículo “Chile: La caricatura (im)posible” (2021), Mara Burkart afirma que la caricatura política crítica “entró en la prensa formal y autorizada tardíamente, después de diez años de instau- rado el régimen, y lo hizo súbitamente acompañando el creciente descontento social que se expresó en las calles con las sucesivas jornadas de protestas”. No obstante, las revistas de oposición legales (hubo muchas publicaciones clandestinas y no autorizadas) debieron enfrentar en 1984 el histórico y absurdo Bando Nº19, en el que se prohibía la publicación de imágenes gráficas “de cualquier naturaleza”. Las fotografías testi- moniales y las caricaturas que se mofaban de Pinochet llevaron al dictador a tomar esta decisión que rápidamen- te se le convirtió en un boomerang . La medida misma, por ridícula, pasó a ser objeto de chistes gráficos que el pro- pio lector podía hacer jugando a los puntitos… es decir, simplemente uniendo con líneas los números dados por el dibujante, a la manera de un juego infantil. La com- plicidad con el lector era total y afectuosa. Burlescos, los historietistas publicaban los “globitos” de los diálogos sin los dibujos y los recuadros de las fotografías aparecían vacíos. Bajo ellos, podía leerse incluso el nombre de Pino- chet: con ese sistema, el dictador se censuró a sí mismo, junto a los padres de la patria, la jerarquía de la Iglesia, etcétera. Mantener la prohibición era insostenible. Además de la facha de Pinochet, sus dichos también fue- ron inspiración para caricaturas. En una entrevista para L’Express , Pinochet confesó en 1986: “Mi personaje favo- rito es Luis XIV”. La caricatura verbal estaba en bandeja para que Guillo la dibujara para la portada de un número especial de la revista Apsi , titulado “Las mil caras de Pino- chet (mi diario secreto)”. En su interior no llevaba dibujos, sino fotomontajes cómicos que la revista publicaba ha- bitualmente en la sección “Resumidero”. La dictadura —mediante la orden de un fiscal militar y la participación de unos 25 detectives— requisó desde la imprenta los 30 mil ejemplares publicados antes de que se distribuyeran a los quioscos. Se consideró injuriosa, ya que los chistes ofen- dían al jefe de Estado. Esto sucedió en agosto de 1987. Los directivos de la revista fueron detenidos (Marcelo Contre- ras y Sergio Marras) y el caso llegó hasta la Corte Marcial. Para el proceso, la Central Nacional de Inteligencia elaboró un curioso “informe sico-político”, en el cual se racionali- zaron los chistes para concluir acusando a los humoristas de intentar cometer un “asesinato de imagen”. Todo este informe, de pretensiones científicas, nuevamente resultó casi más cómico que los chistes censurados y, al final, no lo incluyeron en el expediente. No obstante, la revista siguió y el caso sugirió nuevos chistes. Para sortear y reírse de la censura, la revista publi- có la misma caricatura censurada en un número siguiente, pero sin que se viera el rostro del rey. Guillo le agregó un antifaz como para un baile de máscaras y al rey se le asignó una queja: “Lo que no me gusta de todo este cuento es que me han obligado a salir en portada enmascarado, contra- riando mi voluntad histórica de dar siempre la cara”. Más adelante se usó otra vez en portada la misma caricatura, pero con la cara del candidato pinochetista que perdió con Aylwin. Luego, Guillo convirtió a Pinochet en un reyezuelo, en una síntesis paródica del personaje de Otto Soglow y el Pinochet de capa y anteojos negros. Mientras tengamos la capacidad de reírnos de la propia desgracia, y mientras exista la mirada oscura del poder autoritario y la tontería, la sátira seguirá latiendo con es- píritu crítico y encontrará la forma de reírse de quienes intenten censurarla. A la izquierda: Portada de La Castaña . Al centro: Ilustración de Guillo. A la derecha, ilustración de Hervi. Gentileza de Jorge Montealegre. 61
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