Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile

«Más allá del juicio histórico, no nos es posible a nosotros, como individuos, aceptar la inevitabilidad del golpe, esto es: lo inevitable de la tortura y la muerte. Tal posibilidad nos está vedada moral y epistémicamente. No es posible aceptar como inevitable el triunfo de la muerte y pretender construir sobre ese consenso un “futuro”». sergio rojas Filósofo, profesor de la Facultad de Artes y de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile. Su último libro se titula El asco y el grito. La violencia más acá de la representación. lo irreparable ensayo palabras dicen, sino porque aquello sucedió . Esto es lo que el lenguaje no alcanza a decir, y cuando le hace lugar en la enunciación, se quema al contac- to de una “realidad” que combustiona toda representación que nos podamos hacer de lo que sucedió. También es posible hablar “del futuro”, de la nece- sidad de mirar hacia adelante, de “dar vuelta la página”, como si el futuro pudiese venir para corresponder a ese modo de hablar. Pero se trata de pala- bras que no llaman a nada. Lo que comenzó con un golpe de Es- tado terminó con una transición (cuyo inicio fue un plebiscito). La dictadura en sentido estricto no fue derrotada. Pero ¿en qué podría haber consistido esa derrota que no sucedió? Acaso toda dictadura es, en un aspecto esencial, militar y solo habría de ser derrotada militarmente. Pero ¿era la dictadura un enemigo militar? El domingo 7 de septiembre de 1986 Pinochet “pudo” haber muerto asesinado, pero ello no sucedió . La dictadura fue derrotada en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, y el plebiscito fue algo que surgió desde el propio gobierno dictatorial y su resultado significó el inicio de la transición. La dictadura fue derrotada políticamente, fue derrotada por la po- lítica , por la democracia eleccionaria realizada bajo dictadura. Pero el bom- bardeo de La Moneda y el suicidio de Allende aquel 11 de septiembre de 1973 tienen una devastadora potencia de S e cumplen 50 años del golpe de Estado de 1973. ¿Dónde ha quedado ese día? ¿Cómo permanece entre nosotros, para nosotros? ¿Se trata de la memo- ria de una “época” todavía en curso o acaso permanece en los recuerdos individuales de las personas biográ- ficamente relacionadas con ello, en los libros de historia, en ciertos gestos institucionales? Hablamos del golpe, hablamos de la dictadura… y esto pro- duce el efecto de que mediante las palabras la catástrofe está disponible para “tematizarla”. Insólita ilusión de señorío nos ofrece el lenguaje: lo tre- mendo permanece “a la mano”, como si esto pudiese simplemente señalar- se, como si estuviese objetivamente expuesto y dispuesto para entonces hablar de ello , enunciando nuestras po- siciones políticas y teóricas. Existen acontecimientos que de- rrotan al lenguaje, hechos que su sola descripción o relato tornan abyecto el hecho mismo de su enunciación, como si existiese una esencial desave- nencia entre el acontecimiento de la violenta degradación de la vida y el coeficiente de significado y de sentido que sería propio del lenguaje. Escribe Agamben: “no podemos, al hablar, dejar de pensar, de tener en suspen- so las palabras. El pensamiento es la suspensión de la voz en el lenguaje”. Pero no disponemos de lenguaje para eso , debido no solo al horror que las 4

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