Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile
hizo como pudo. Habíamos aterrizado en territorio desco- nocido y echamos mano a todos los mecanismos de adap- tación que encontramos. El mayor a veces nos sorprendía porque parecía tener noción de cosas que no alcanzábamos a percibir. Tal vez por eso nos hizo prometer, una tarde, de camino a la casa, cuando nos quejábamos de las zapatillas viejas o de la mochila pasada de moda, que no íbamos a molestar más a los papás. Los papás no están bien, dijo. Y era verdad: andaban extraviados. Desorientados. Nosotros teníamos que hablar por ellos, ser sus intérpretes, indicarles las pa- labras, los comportamientos adecuados. Protegerlos. Lograr desentenderse | Odiábamos cuando aparecían por casa. Tan flacos y pálidos, los ojos hundidos, asusta- dos y tristes, apenas cargando una bolsa de supermercado con cuatro pilchas de ropa. Algunos no hablaban. O muy poco. Otros hablaban demasiado, riendo nerviosos. Nosotros sabíamos lo que vendría a continuación. Nos relegarían al sofá del living y nos quedaríamos sin pieza porque ellos dormirían unas semanas –o con suerte solo unos días– en la nuestra. Los papás pasarían la primera y la segunda noche ence- rrados en la cocina con ellos, bebiendo demasiado, contán- dose historias que nosotros escuchábamos a retazos, histo- rias que parecían sacadas de una película de terror. El papá lloriqueaba anclado a su copa de vinomalo. Lamamá rabia- ba y golpeaba la mesa y decía que teníamos que regresar. ¿Volver adónde, aqué, con todo loquenoshabía costado?, nos preguntábamosmientras intentábamos descifrar detrás de las puertas aquellas palabras misteriosas, aquella letanía de nombres y de lugares desconocidos. Y después, a dormir en el sofá, qué nos importa lo que hablen, qué más nos da. Nuestra mayor conquista era que no nos incumbieran ni nos afectaran más esas historias. Ya no estábamos allá. Ya no éramos de allá. Allá era lejos. Allá era otromundo. Aprender a disimular | El documento era distinto al de nuestros amigos. Un carnet amarillo en vez del blanco que tenían todos. Eso significaba que éramos extranjeros. Así las cosas, un documento de mierda, aunque hubiera costado tanto conseguirlo: tantas mañanas a la intempe- rie haciendo fila frente al Registro Civil, tantos trámites, tantas puertas y ventanillas que golpear. Pero todo iba bien, porque nos habíamos integrado de tal forma que nadie sospechaba. Hasta que alguna autoridad Volverse invisible | E n el edificio nos llamaban raros, y es verdad que hablábamos raro. Y que nos vestíamos raro también. Éramos los del departamento sin muebles, de los closets vacíos, de la pequeña radio a pilas. En el colegio nos atrincherábamos en el patio para comer esas merien- das raras que provocaban curiosidad y burlas por igual. El mayor nos salvaguardaba de los peores, era su deber de hermano grande. La menor fue la primera en mimetizarse; todos nos ad- miramos de su rapidez. Estuvo varias semanas sin hablar hasta que, cuando pronunció las primeras palabras, lo hizo con su nuevo acento. El segundo se hacía el chisto- so, eso le funcionaba. El mayor, en cambio, eligió pasar inadvertido. Para eso debía comportarse, entrar siempre pidiendo permiso, volverse casi invisible. Quieto y mudo. Queríamos pertenecer desesperadamente y cada uno lo No se conoce la cifra exacta de niños y niñas forzados a abandonar Chile junto a familiares o conocidos durante la dictadura, pero sí hay certeza de que fueron varios miles. Entre ellos estaba la escritora Lola Larra, que con apenas cinco años, en diciembre de 1973, aterrizó en Venezuela junto a sus padres y hermanos. Cuando retornó a Santiago en 2006, el desarraigo se profundizó. “¿Qué somos ahora?”, se pregunta la autora, mientras ve cómo se juzga hoy en Chile a quienes tienen un acento distinto. lola larra Escritora, editora y periodista (Santiago, 1968). Ha publicado Reír como ellos (2004), Reglas de caballería (2005), Donde nunca es invierno (2008), Puesta en escena (2010), Al sur de la Alameda (2014), Sprinters (2016) y La eterna juventud (2022). Es directora de editorial Ekaré Sur. columna el exilio , esanostalgia 54
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=