Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile
L a tensión entre la historia y la memoria configu- ran la manera cómo nuestras sociedades evalúan su pasado, piensan su presente y proyectan el por- venir. Esta relación ha sido siempre problemática y, en términos generacionales, cambiante: aquello que en una determinada época histórica constituye un elemento de consenso respecto a la ética, la verdad y la justicia, no necesariamente lo es para otras generaciones. El principal atributo diferenciador del campo de lamemoria es que esta no opera por fidelidad a los hechos que referencia, sino sobre todo a los sentidos que estos acontecimientos y pro- cesos evocan en los actores del presente, motivo por el que existen tantas memorias como comunidades de sentido. Constatar que existen múltiples memorias lleva tam- bién a plantear que hay diversas interpretaciones del pasado, sobre la base de que la escritura de la historia se sostiene en un pacto ético (decir la verdad) y metodológico (documentarla y verificarla). En ese sentido, si bien exis- ten diferentes aproximaciones a los hechos, hay premisas de la escritura de la historia que difieren radicalmente del régimen de la memoria: la constatación de una “prueba”, la diferenciación de esta con una “presunción”, la “trian- gulación” y “verificación” de las pruebas a la luz de otras. Se sostiene, además, que la diferencia entre ambos conceptos es una cuestión de objetividad: mientras la me- moria sería el terreno de la subjetividad, la historia sería el de la objetividad. No obstante, desde hace décadas la reflexión epistemológica ha demostrado que los procesos de construcción de conocimiento están estrechamente anclados en la subjetividad, por lo cual la principal distin- ción entre la memoria y la historia es respecto a la manera en cómo se reconstruye el pasado. La historia, si bien puede utilizar a las memorias como un insumo, entra ne- cesariamente en tensión con ellas por cuanto las escruta y somete a revisión crítica. Los procesos de memoria operan por olvido y por jerar- quización de su contenido. No se recuerda todo, sino que de manera selectiva. La distinción y asignación de roles y posiciones sociales; su valoración, la crítica o la legiti- mación de estos son el terreno de la actividad política. Reconocer que la memoria y la historia están vinculadas a través de la política permite entender que en torno a ellas se juegan relaciones de poder tanto simbólicas como físi- cas, es decir, relativas a cómo se concibe la vida en común y se representan las formas de vida. En Chile, la violencia fundacional del golpe de Estado vino acompañada por una violencia física sobre miles de personas (es decir, violaciones a los derechos humanos) y por discursos que la justificaron. Las consecuencias, como ha quedado registrado en los informes de las Comisiones de Verdad y Reconciliación (de 1991, 1996, 2004 y 2011), son un total de 3.227 personas ejecutadas y/o desaparecidas, 38.254 víctimasdeprisiónpolíticay torturay250mil chilenos ychi- lenas exiliados. Se vulneraron los derechos fundamentales de 41.730 personas, para lo cual se utilizaron al menos 1.132 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio. Como bien se sabe, la salida de la dictaduramilitar se efec- tuó en los términos y en el itinerario que estamisma trazó en la Constitución de 1980. Políticamente, fue un proceso orde- nado, con amplios espacios de poder, fuerza y veto al interior del Estado, y con corrientes de opinión organizadas en parti- dos políticos a nivel de la sociedad civil. Una salida en la que Uno de los grandes peligros de unhisto- riador es confundir historia ymemoria, ha advertido el francés PierreNora, quien en los años 80 abrió el debate en torno a la relación entre ambos con- ceptos. Distinguirlos es fundamental, sobre todo enunpaís comoChile, donde la fractura del golpe de Estado sigue sin sanar, enparte, por las deudas de verdad, justicia y reparación. pablo seguel gutiérrez Historiador y sociólogo de la Universidad de Chile. Máster enHistoria y can- didato a Doctor enHistoria por la Universidad Santiago de Chile. Becario de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (anid). las tensiones frente al pasado columna 42
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