Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile
maximiliano díaz Escritor (Rancagua, 1994). Ha publicado Quien amasa las olas (2019) y Bajo la bandera del ocio (2023). En 2019 ganó el Premio Roberto Bolaño en poesía. Es fundador y librero de la Librería Escorpión Azul. todos los niños sondederecha ensayo Que los fueron a buscar. Quemi abue- lo abrió la puerta a los pacos y les dijo que no había visto a nadie. Me contó que ellos sentían cierto tipo de admi- ración y respeto por su palabra, así que le creyeron. Ahora pienso que pudo habérselo inventado. Mi abuela lo amaba y también sentía cierto tipo de admiración y respeto por él. Me contaron que en el campo eran más flexibles y livianos que en la ciu- dad. “¿Te sorprende? Es que allá la gente es distinta”, me dijo una vez un amigo, el Cabezón. Tomando té con mi abuela Carmen, ella me contó que había conocido a una señora en ese entonces. Estaba casada y tenía dos hijos. Elmenor estu- diabaMedicina y le gustaba la política. “Estaba metido en política”, creo que dijo. El mayor trabajaba con su papá en el campo y era, me contó, tranquilo. Me contó que un día tomaron dete- nido al menor y, al preguntar por él, le dijeron que estaba en una comisaría en un pueblo cercano. Me contó que la señora, su marido y su hermano barrieron todas las comisarías de la región y nunca lo en- contraron. Me contó que la señora andaba con un pañuelo de seda en la cartera siempre. Que repetía “acá voy a me- ter los huesitos de mi hijo cuando me los pasen”. Me contó quenunca se los entregaron. Me gustaría que mi abuela me lo contara todo de nuevo, pero tiene frac- turada la memoria. Me contaron más cosas que ocurrían fuera que dentro de la familia. Me contaron que una casa enorme, que estuvo botada en la Carretera del Cobre, había sido de Carlos Pérez Cas- tro, un médico de la cni. Que había torturado y que emitía informes mé- dicos que hablaban de la buena salud que gozaban las personas presas. Me contaron que su castigo fue la suspensión momentánea de su licen- cia de médico. Me contaron que salió a comer con su esposa a principios de los 90. Cuan- do volvieron a la casa, un hombre los esperaba en la puerta y los acribilló. Mi mamá me contó que esa pareja te- nía tres hijos. Que los ubicaba de vista. “Nuncamás supe de ellos”, me dijo. “Se fueron nomás. Nadie los volvió a ver”. Me contaron que los exfrentistas le echaron la culpa a los excni, y vicever- sa. Que a los primeros se les acusabade habermatado almédicopor suvínculo M e lo contaron , primero, como un chiste. Mien- tras nos agarrábamos a piedrazos en una plaza del Manzanal, un niño gritó: “Ce ha- che i: CHI / ele e: LE / Chi chi chi, le le le, viva Chile y Pinochet”. Después de ese niño, pasaron varios años sin que nadie me lo contara. Llegado el momento, me lo contaron con confusión y mediante el silencio. Mis papás, me acuerdo, pensaban dis- tinto entre ellos. Años después, me lo contómi madre, llena de arrepentimiento, en una so- bremesa: “era lo que salía en la tele. Yo no sabía”, me dijo. “Pensaba que creerles estaba bien”. Mi papá nome lo contó nunca. Lomás lejos que llegó, fue cuando me dijo que mi abuela salía a pegar cacerolazos de noche con sus vecinas. Lo que le con- taron a él es que había que ser discreto. Me contaron lo más tristemente obvio: que podían llevarte a una co- misaría y no volver nunca. Mi abuela Carmen me contó que es- condía a personas en su casa, en el campo. Me contó que unos temporeros pasa- ron varios días escondidos y saltones. 38
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