Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile
El golpe de Estado impuso ese modo de mirar, documento vivo en el que se expresó en silencio una interminable cadena de crímenes y abyecciones. Era elmirar desperdigado, conbandadas de ojos tímidos aleteando alrededor de un nido brutalmente destruido. Ese nido había sido antes un país al que se lo in- tentó entretejer con los palillos débiles de las esperanzas y dignidades recogi- dos de alguna orillade lahistoria, desde donde los traían los postergados, las mujeres trabajadoras, los modelados por el barrode ladesolación, seresdeal- gunamanerahabituados aver cómo los poderosos les derrumbaban siempre sus quebradizos palafitos de sueños. Los había acostumbrado así la historia, y en esto también preponderaba una delicadeza: la de quienes reciben con total indefensión las arremetidas de las fuerzasmás bestiales y poderosas. Por eso se comenzó a mirar para otro lado, sin cruzar los ojos pero dejándoles en ese vacío un lugar a los ausentes, de quienes en ese ins- tante no se podía saber si volverían o habían sido ya sepultados en po- zos excavados por feroces sabuesos con uniforme. Y sin embargo estaba ese lugar, ese vacío, con ausencias que flameaban. El trajín cotidiano, absorto en sus rutinas mecanizadas, repletas de resignación y fatiga, invo- luntariamente los conmemoraba así, cediéndole a las almas robadas esa parte inconsútil desde donde se tenía la sensación de que nos miraban. Eran los únicos que podían mirar- nos de esa manera, frontalmente, dirigiéndole a la memoria una ple- garia escondida. A la vez actuaban por sustracción, sembrando palimp- sestos de penas difíciles de descifrar. ¿Quién podría hacerlo? Un palimp- sesto nunca se descifra del todo, lo forman estelas de signos que se di- suelven, trazos en la arena que las lamidas del mar desdibujan. De ahí que una conmemoración como la que tiene lugar este año, a propósito de las cinco décadas del golpe de Estado, sea también un re- cuerdomovedizo, que eventualmente puede condensarse en un ritual que traiga al horizonte de la actualidad las brisas que deberían avergonzar a la historia. No importa si se trata de un minuto de silencio en la cancha o de un sentido misal académico, lo que importa es que esas imágenes quedan en condiciones de salir de sus ataúdes de tiempo para abrir una pre- gunta en nosotras, en nosotros. No estaríamos en condiciones de hacerlo si a la vez no nos dejáramos alarmar observando cómo los mismos golpistas que años atrás se justificaban diciendo que nada de lo sucedido era cierto, hoy se declaran golpistas ad- mitiendo la entereza de los hechos. Es asombroso, difícil de creer. Pero acaba de proceder así, por poner un ejemplo entre varios, un conocido parlamenta- rio que ganó elecciones con papeletas emitidas de forma democrática en la capital del país, lo que naturalmen- te lleva a que siempre se tenga que sospechar del pudor de la historia y a discutir, de manera urgente, el senti- do de nuestra democracia. Quizá no es bueno que se la discuta apelando a vocablos tan redondos como los que circulan hoy por las redes sociales, como por ejemplo “negacionismo”, un término entresacado legítimamente de las arcas de la instrucción cívica 31
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