Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile
una carta a Derrida, que yo mismo le entregué a mi regreso a París y que él no tardó en responder. Sobre todo, recuerdo haber descubierto un modo original de filosofar, como si la interrupción de las carreras universi- tarias, la censura de los programas de estudio y la obligación de mantenerse a distancia de toda la actualidad bajo la dictadura hubiesen permitido a la palabra y a los escritos filosóficos, paradojalmente, liberarse de las res- tricciones académicas. En el coloquio de 1987 estaba Hum- berto Giannini, profesor de filosofía antigua y medieval, que acababa de escribir el libro La reflexión cotidiana. Hacia una arqueología de la experien- cia , que no tardamos en traducir al francés y publicarlo en Francia con un prefacio de Paul Ricœur. Antes del golpe de Estado, Giannini había for- mado y dirigido un Departamento de Filosofía único en América Latina, en la sede norte de la Universidad de Chi- le, claramente abierto al diálogo con la filosofía francesa contemporánea. En este periodo, Carlos Ruiz Schnei- der era su más brillante asistente y también secretario de la revista Teoría . Al igual que Yvon Belaval oMichel Se- rres, Humberto Giannini había sido un marino. Hizo de la filosofía un oficio por elección existencial. En la revista (le) Télémaque , en 1996, Hum- berto escribió el texto “Des métiers que nous faisons et des métiers qui sont ‘nous’”, en el que resume así su argumentación: “Si el trabajo es una actividad contingente, simplemente encontrada, a la que me enfrento por intervalos regulares, continúa siendo exterior a mí y no se plantea la cues- tión de dominarlo. Esto supondría la posesión, el conocimiento íntimo de un secreto, como lo imaginamos en el caso de un virtuoso. La Reflexión , en su comprensión espacial, como salida de sí y regreso a sí mismo, otorga la llave de esta curvatura y de esta auto- poiesis, lo que significa que, en última instancia, puedo ser lo que hago: soy marino, o profesor de filosofía”. Fue esta concepción de la filosofía como un oficio la que vimos resistir frente a la dictadura, en la medida en que fue unmodo de vivir y filosofar en común. Y ella no ha dejado de ser una interrogación para mí, durante los años chilenos del Colegio Internacio- nal de Filosofía y del Departamento de Filosofía de la Universidad Paris 8, que perduran hasta hoy. Trátese de una manera de llevar a cabo un combate por el derecho a la filosofía (un concepto del que Carolina Ávalos acaba de mostrar la actualidad al tra- ducir Privilegio o el derecho a la filosofía , de Jacques Derrida); o de organizar en pie de igualdad la circulación de las personas y de los escritos entre Chile y Francia, a través de cursos, semina- rios y coloquios abiertos en Santiago, Valparaíso o París. Pero también esto se extendió a Argentina y luego a todo el Cono Sur, y a Céret o a Dresde, con la publicación de artículos y libros re- dactados en común. Patrice Vermeren, Humberto Giannini, Luisa Eguiluz y Pedro Miras en Curacaví, en 1987. Foto: Patrice Vermeren. 19
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