Palabra Pública N°29 2023 - Universidad de Chile
y regresos de su dueño, ese equipaje también terminó por cruzar el océano para quedarse en Chile, recibido este año en el Museo Violeta Parra (hoy albergado en el mac Quin- ta Normal), donde está siendo catalogado e inventariado para una futura apertura al público. Montado en su caballo de madera para galopar sobre el aire, el bandido america- no viene a bailar esta vez de vuelta al país donde nació. En el número 87 de la rue de l’Ouest, barrio de Mont- parnasse, estaba el lugar de trabajo del artista, y es un sitio familiar para su hijo, el también músico Ángel Parra, quien pasó ahí parte de su formación juvenil como guita- rrista mientras estudiaba en París entre 1985 y 1988. —Las cosas que están en ese lugar representan la histo- ria de los cuarenta años de estadía de mi padre en Francia —dice Ángel hijo—. Instrumentos, escritos, fotos, muchos casetes, una tornamesa, sus vinilos… por ejemplo, había cuadernos de música, de partituras, de cuando mi papá tomó clases de guitarra antes del golpe. Y ahí está su escri- tura, hay unas pequeñas líneas de solfeo, es muy tierno. En ese lugar tenía su guarida y su mundo. Ese solo inventario preliminar esbozado por su hijo muestra cómo los archivos de Ángel Parra sobrepasan incluso su estadía de décadas en Francia, para desbordar hacia etapas anteriores y extender una invitación a cono- cer su vida completa. Nacido en 1943 en Valparaíso, con E n su vida de destierros y regresos, Ángel Parra (1943-2017) construyó versos y canciones, elaboró repertorios y discografías de largo aliento, levantó una peña folclórica en su país natal y otras des- pués en sus viajes, y confeccionó instrumentos, accesorios para tocar su guitarra y juguetes. Juguetes de madera: ese es un oficio que aprendió mientras fue preso político en un campo de concentración tras el golpe de Estado de 1973, y que le permitió en adelante construir desde pajaritos ta- llados hasta un caballo de patas móviles para tirar con un cordel y jugar a galopar en el aire, según sabe, en detalle y de memoria, su hija Javiera. —Y era divertido, porque el caballito tenía un jinete, que en realidad era él. Era el bandido americano, que es la por- tada de ese disco dondemi papá sale con un sombrero y un pañuelo —recuerda ella—. Y la cara era igual. Ese autorretrato en miniatura, hecho a imagen y seme- janza del personaje ilustrado en la tapa del disco El bandido americano viene a bailar que Ángel Parra publicó en 1988, estuvo por décadas entre el bagaje conservado por el au- tor chileno en el pequeño departamento o studio parisino que tuvo como lugar de trabajo y creación, desde los años del extrañamiento al que fue confinado por la dictadura de Pinochet hasta su muerte en 2017, a los 73 años. La pri- sión en la que aprendió ese oficio y el exilio en el que debió construir una nueva vida son dos de los muchos aspectos en la biografía de Ángel Parra de los que hay huella en sus objetos atesorados. Fiel a la mencionada vida de idas Ángel Parra hijo en su casa, en Santiago. Foto: Alejandra Fuenzalida. 9
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