Palabra Pública N°28 2023 - Universidad de Chile
su hija desaparecida. Usando el audio de sus testimonios, Huezo juega con las imágenes y el sonido para someter al espectador a un viaje por el infierno terrenal. La distancia que se extiende entre lo que escuchamos y lo que vemos permite que las voces sobresalgan y articulen una narra- ción que seguimos con atención. Y que también padece- mos. Porque el documental nos atrapa y nos hace sentir vulnerables respecto de lo que pasa allá afuera. Tempestad demuestra que el documental de denuncia puede alcanzar la lobreguez poética de la mejor ficción. El siguiente paso de Huezo fue Noche de fuego (en Net- flix), película premiada hace dos años en Cannes que lleva las inquietudes de Tempestad a la imaginación anclada en la realidad. No por eso es menos verdadera. La directora posa nuevamente su mirada en mujeres que deben lidiar con un territorio controlado por un cártel de drogas; en este caso, tres amigas a través del tiempo. Es una zona donde las madres deben disfrazar a las niñas de niños para que no sean raptadas por los narcos. Huezo indaga en la amistad, la violencia, el machismo y la migración forzada con sensibilidad y crudeza. En su último trabajo, El Eco (ganador de Mejor Do- cumental en la Berlinale 2023), la violencia narco está fuera de campo. Huezo la ignora de forma deliberada en un ejercicio de contemplación que le tomó 18 meses. Su atención está en el desarrollo de una comunidad en la lo- calidad mexicana de El Eco. Las penas, las herencias, los oficios y el legado matriarcal movilizan las dinámicas de un filme de alta belleza. Si Tatiana Huezo es la cronista del lado más oscuro de la realidad mexicana, aquí de- muestra ser también una sensible narradora de las luces de la vida en colectividad. Ernesto Baca (Argentina) Hay un momento crucial en la vida de Ernesto Baca (54): el día en que conoció a Claudio Caldini, emblema del cine experimental. Fue en 1997, cuando el cineasta egresa- ba de la carrera de Realización de Cine y Video y enfrenta- ba la encrucijada sobre el futuro. Caldini reforzó sus ganas de experimentar con el lenguaje audiovisual e incentivó su gusto por el celuloide, la materialidad, las cintas de 8mm y 16mm que podían ser literalmente manipuladas (cortadas, rayadas, pintadas) para jugar con la imagen en movimiento. Hoy, Baca es un referente dentro de la colectividad fílmi- ca latinoamerica, pero sigue siendo un artista desconocido para un público más amplio (algunos de sus cortometrajes pueden verse en su cuenta personal de Vimeo). Su primer largometraje, Cabeza de palo (2002), con- cordó con el espíritu independiente del Nuevo Cine Ar- gentino e introdujo una pieza que faltaba en aquellos tiem- pos de crisis económica: una dimensión espiritual. Luego vino Samoa (2005), un fresco de registros inmediatos que componen una obra inclasificable. “Me até a una regla: me propuse hacer una película reversible, que se pudiera ver de adelante para atrás o de atrás para adelante y que fuera la misma película”, confesaría Baca más tarde. “A medida que la filmaba fui armándola en una moviola de Súper 8, y a través de lo que me iba devolviendo yo iba generando nuevas imágenes para completarla. Escribía lo que me iba sugiriendo, y lo que me sugería era un poema”. Música para astronautas (2008) fue definida por el director como “una reflexión poética sobre la alienación del hombre en la sociedad moderna”. Vrindavana (2010) es un recorrido inmersivo por un territorio mental y físico (una aldea en el norte de India). En Mujermujer (2011) usa la experimentación del lenguaje cinematográfico para retratar la resistencia de una joven a la sociedad de consumo. Réquiem para un film olvidado (2017) es un ejercicio autobiográfico que se desprende de una catástrofe: la decisión de Kodak de dejar de producir celuloide. La fascinante Israel (2021), filmada en México, muestra a un Baca más punk y contracultural al servicio de postales de alto impacto visual. Y su último largometraje, Historia universal (2022), es un canto a la libertad creativa que cruza lo onírico con una crítica a la sociedad contemporánea. Más allá de sus discursos, el cine de Baca funciona siem- pre como una experiencia hipnótica, una sinfonía visual de texturas y colores que apelan al inconsciente, a los sueños y al asombro que acompañó al cine durante sus inicios. Es un director que sigue aferrado a un oficio en extinción mientras los tiempos y las tecnologías cambian. Un artista de resistencia. Un imparable orfebre de imágenes en movimiento. Directores AV 47
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