Palabra Pública N°28 2023 - Universidad de Chile
más participativa, para destacar lo que hemos avanzado. Por otra parte, en un principio pensábamos que, a medi- da que la participación en internet se ampliara, se crearían normas de comportamiento sobre qué era apropiado hacer y qué no. Pero la participación aumentó tan rápido, que la creación de reglas y de una ciudadanía democrática se des- moronó. No anticipamos que los modelos de negocios de las grandes plataformas dependerían de un aumento cons- tante de la participación, sin poner límites a qué constituía un buen comportamiento. Y el resultado es lo que hemos visto en los últimos años: la cultura de la cancelación, dis- cursos de odio, desinformación; todo lo que ocurre cuando la gente no se responsabiliza de sus actos o cuando no se tiene noción de las consecuencias a largo plazo. Has dicho que una forma de combatir la desinfor- mación es entregar más herramientas a los usuarios. Pero se ha estudiado que muchas veces la desinforma- ción está relacionada con un deseo de confirmar las creencias propias y no querer escuchar cuestionamien- tos. ¿Cómo se puede lidiar con este fenómeno si tiene que ver más con voluntad que con habilidades? —Algo que me ha preocupado en los últimos años es cómo la participación ha sido utilizada para silenciar información esencial para la supervivencia humana, como pasó con el covid. No se da solo a nivel comunitario: la politización de la desinformación viene muchas veces de parte de autoridades, figuras neoreaccionarias o neofascis- tas que han decidido ponernos en guerra entre nosotros mismos y con las certezas científicas. Y para hacerlo se han alimentado de las peores tendencias de la cultura de la participación. Son una herramienta del totalitarismo que se alimenta de la falta de alfabetización crítica en la po- blación. Existe una tendencia natural a querer confirmar lo que creemos, pero también a temerle a lo desconocido. Necesitamos que lo que no conocemos hoy sea conocido mañana, y la mejor forma de lograrlo es a través de la edu- cación. Más educación es parte de la respuesta, y no solo una relacionada a la alfabetización mediática para que los ciudadanos aprendan a leer críticamente la información que está circulando. También necesitamos una educación que nos enseñe a enfrentarnos a la diferencia. La promesa original de internet era que sería una pla- za pública, un espacio democrático donde todas las voces serían escuchadas. Pero la realidad actual es muy distinta: la plaza pública se llenó de desinformación y discursos de odio. ¿Dónde quedó esa promesa democrática? —Muchos de los problemas que enfrentamos hoy provienen de entregar capacidades democráticas sin nor- mas que las acompañen. Los discursos de odio y la des- información son el resultado de la desaparición de quie- nes resguardaban los espacios y de la irrupción de gente que no ha pensado éticamente las consecuencias de sus actos. No creo que estemos viendo un silenciamiento de las masas, las masas están hablando, pero todas al mismo tiempo y nadie se escucha sobre los otros. No creo que sea una falta de poder democrático, es una falta de normas democráticas. Es lo que los gobiernos temen: una suerte de gobierno de las turbas. Entonces, cuando decimos que internet no ha alcanzado su potencial democrático, lo que queremos decir es que en realidad la democracia no se ve ni suena como lo esperábamos. No es ideal, no es bonita, pero es una democracia, al fin y al cabo. Pexels 18
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