Palabra Pública N°28 2023 - Universidad de Chile
S ería difícil especificar en qué momento Henry Jenkins (Atlanta, 1968) comenzó a investigar la cultura popular. Difícil, porque mucho antes de su educación formal, estuvieron los cómics y la ciencia ficción, los intentos por aprender maquillaje de terror, su interés por la memorabilia y los inicios de un guion para una película. La fascinación por la cultura popular ha guiado su vida profesional y perso- nal desde que era un niño. Autor y editor de más de 20 libros, Jenkins se escapa del molde de la academia tradicional. Se describe como un “Aca-Fan”, una figura híbrida entre académico y faná- tico, que no teme involucrarse en sus objetos de estudio. Mantiene un blog hace décadas y desde 2018 con- duce el podcast How Do You Like It So Far? junto al académico Colin Maclay. También tiene una desta- cada carrera universitaria: trabajó en el Massachu- sets Institute of Tecnology (MIT), donde cofundó y codirigió por más de diez años el Programa de Estu- dios Mediáticos Compara- dos, para luego, en 2009, trasladarse a la University of Southern California (USC), donde hoy enseña Comunicación, Periodismo, Artes Cinematográficas y Educación. A pesar de los cambios que ha visto en la cultura popular y los medios en sus casi 30 años de carrera, Henry Jenkins no ha perdido el optimismo, en especial en relación con los usos comunitarios, sociales y políticos que se puede hacer de in- ternet. "Los medios tradicionales se han vuelto corporaciones que concentran el poder. Los nuevos medios, o los medios digitales, han sido más dispersos en su poder y acceso. Hay barreras de clase y económicas, sí. Pero son una estructura mediática más participativa, que puede ser usada por las co- munidades para responder y cuestionar la información de los medios tradicionales. Es un espacio para activistas y fans, comunidades, movimientos sociales; grupos que habían sido dejados de lado por las viejas estructuras", explica. Existe esta sensación de que las cosas en el mundo virtual no son del todo reales, como si las interaccio- nes que realizamos online no fuesen igual de valiosas que las de la vida “real”. ¿Por qué crees que se produ- ce esta divergencia? —Es importante no perder de vista que lo que pasa en internet es real. No considerarlo puede tener consecuen- cias muy negativas, como pasa con la brutalidad de los discursos online . Mien- tras no veamos a quien está al otro lado, mientras no interactuemos en tiem- po real, se siente que no estamos haciéndole daño a personas reales. Pero también existen impactos positivos de esta irrealidad. Por ejemplo, nos permi- te crear intimidad online . Podemos compartir cosas con otra gente que proba- blemente nos costaría mu- cho si lo hiciésemos cara a cara. Pensar este tema desde el valor de las relaciones digitales, no solo interpersonales sino también sociales o cívicas, es fundamental. Hemos visto la capacidad de organización online de grupos para protestar contra acciones gubernamentales, por ejemplo. Ignorar el poder político del mundo digital es algo que podemos hacer solo bajo nuestra propia responsabilidad. El sentido de lo real se ha discutido mucho este año a raíz de la masificación de herramientas de inteligencia «No creo que estemos viendo un silenciamiento de las masas, las masas están hablando, pero todas al mismo tiempo y nadie se escucha sobre los otros. No creo que sea una falta de poder democrático, es una falta de normas democráticas». LÍMITES 15
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