Palabra Pública N°27 2022 - Universidad de Chile

“L os que hemos orientado —o más bien, entregado— nuestra vida al arte, lo hicimos siempre por una vocación irresistible, vocación imposible de des- viar, un llamado dramático, solo comparable a la iluminación mística”, dijo Marta Colvin en 1965, en una entrevista publicada en la revista Anales de la Universidad de Chile . Quien se con- vertiría posteriormente en una de las escultoras chilenas más importantes comenzó su carrera de forma casi casual, en su natal Chillán, cuando recibió un trozo de greda de parte de su profeso- ra de dibujo, Noemí Mourges. “Mi experiencia con ese pedazo de greda fue una sensación úni- ca, sentí que se abría un mundo ante mí, que veía una luz que nunca me imaginé que vería”, afirmó. Practicó los primeros modelamientos humanos con su familia, en la zona de Ñuble, y en esas tierras también integró, junto a otras mujeres, el grupo de arte Tanagra. A los 16 años, Colvin se casó con el francés Francisco May Didier, con quien tuvo tres hi- jos. Durante sus primeros años de matrimonio, su vida se desarrolló en el Fundo El Mono — hoy campus de la Universidad del Bío-Bío—, terreno donado al Estado por su hijo Fernando y donde actualmente se alberga gran parte de su obra plástica en el museo que lleva su nombre. Colvin vivió el devastador terremoto de 1939 en ChillánA raíz de los daños que sufrió su casa decidió viajar a Santiago, donde luego ingresó a la Escuela de Bellas Artes de la Univer- sidad de Chile. Sus maestros Lorenzo Domín- guez y, específicamente, Julio Antonio Vásquez, vieron desde un comienzo su talento. Se con- virtió primero en ayudante y luego en profeso- ra auxiliar, para posteriormente ser nombrada, en 1957, en profesora titular, cargo que ejerció hasta 1972.Viajó a Europa, en 1949, becada por el gobierno francés. En París, estudió en l’Academie de la Grande Chaumière, donde tuvo clases con el gran escultor ruso Ossip Za- dkine. “Cuando partí a Europa ya comenzaba a liberarme de lo representativo y a encontrar un lenguaje propio de mayor libertad. Los estímu- los que me ofreció el arte europeo hicieron solo afirmar este camino”, contó Colvin en Anales. Años más tarde, se inscribió en la Slade School de la Universidad de Londres, donde conoció a Henry Moore, artista británico de fama mun- dial por sus esculturas abstractas. Su influencia en Colvin fue fundamental. Vivió 30 años en Francia, donde se casó con el crítico de arte y filósofo Pierre Voulbout. Siguiendo las sugerencias de Moore, viajó tam- MARTA COLVIN ( 1 9 0 7 - 1 9 9 5 ) Texto: Monserrat Lorca Bibliografía: Larraín, Consuelo. Marta Colvin. El signo ancestral de América en la piedra . Ministerio de Educación, 1989. Colección Diapolibro. Marta Colvin. Artistas Visuales Chilenos. En http://www.artistasvisualeschilenos.cl/658/ w3-article-40344.html Miniserie Por Amor al arte. Historias de artistas chilenas (2010). Capítulo Marta Colvin. Revista Anales de la Universidad de Chile. Año CXXIII, N°134, abril-junio de 1965. Crédito de foto: Colección Archivo Fotográfico del Archivo Central Andrés Bello, U. de Chile LA CHILE EN LA HISTORIA DE CHILE bién por América Latina ahondando en la cultura prehispánica, lo que plasmó en buena parte de su repertorio de esculturas, hoy alber- gadas en distintos centros artísticos de Chile y el mundo. En su larga trayectoria, Colvin recibió diversos galardones que la convirtieron en una de las artistas plásticas más premiadas en Chile y el extranjero. “Integra el grupo de los pocos artistas chilenos que han sido consa- grados por la crítica mundial”, se dijo de ella, tras ganar el premio internacional de escultura en la VIII Bienal de Sao Paulo en 1965. Cinco años después sería reconocida con el más alto galardón en su rubro en Chile, el Premio Na- cional de Arte. “El arte es sinónimo de destino y para el artista, su razón de existir”, dijo la artista, que falleció en 1995. Enterrada originalmente en Santiago, sus restos fueron repatriados en 2009 a su natal Chillán.

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