Palabra Pública N°27 2022 - Universidad de Chile
libros va a caminar desnivelada, ayudada por un bastón. “Escribo porque no me pude mover, escribo porque no puedo dejar de moverme, escribo porque se mueven las cosas. He de huir de todo exceso de certeza” (7). Escribir por la impo- sibilidad de desplazamiento o por la incesante movilidad de la sujeta nos lleva a una paradoja cuya única solución es asumir que se escribe por ambas razones. Escribir es, de tal manera, detención y movimiento. Sin embargo, hay algo más que anula la ambigüedad en esta paradoja. A continua- ción, la hablante señala: “Quisiera estar escondida y desa- parecer entre las palabras, que quede la palabra seca, que quede la palabra, que se tuerza y quiebre los huesos, que haga respirar, que se esconda, que avance. Cierro los ojos y todo desaparece, menos la palabra desaparición” (ibíd.). La escritura, por tanto, es resguardo ante la enfermedad, un territorio de protección que permite sobrevivir. El volumen se divide en tres grandes segmentos: “Hay un muerto durmiendo en las venas de mi brazo”, “Mi alien- to tiene sabor a antibióticos” y “Mi aliento no tiene sabor a nada”. Los dos primeros se refieren al cuerpo enfermo del pasado y del presente, mientras el tercero habla de un segundo presente, ligado a la recuperación. Dos tercios del volumen expresan el constante dolor de la voz lírica y su ira por la enfermedad: “Tengo la garganta convertida en un ojo/ que llora todo el día” (26); “y poco a poco me sumerjo en un sueño involuntario/ de goma/ y éter y llanto y queja” (25). El dolor se aúna a la seguridad de un futuro donde ex- perimentará “una cura artificial que intentará reconvertir/ un destino de enferma clara y reconocible/ a una sanidad incompleta y marginal” (24). La violencia se apodera de esta voz de mujer, quien se califica de “parásito ignorante/ del cuerpo que habita” (27), describiendo de manera descarnada su cuerpo: “Cada pe- dazo de piel podrida/ colgando de mis huesos de titanio/ Ya ni siquiera/ te doy miedo” (29). En este último verso desta- ca, entremezclada con el habla de la sujeta, la voz directa de PATRICIA ESPINOSA Crítica literaria y académica del Instituto de Estética de la Universidad Católica de Chile. La enfermedad del dolor Alejandra Castillo Libros del Pez Espiral, 2022 106 páginas la enfermedad dirigiéndose a la hablante: “Ya ni siquiera/ te doy miedo”. Con esto, deja en evidencia que la enferma ha logrado domesticar el dolor. Son destacables los diversos estados anímicos por los que pasa esta hablante lírica al referirse a sí: compasión, lástima, conformismo, rabia, asco, rebeldía. Este espectro otorga espesor a su voz, la vuelve movediza, humana y ajena a la condición de ejemplaridad respecto a cómo aceptar la ruina de su cuerpo y de su vida. Pese al dolor, la mujer manifiesta la necesidad de su cuerpo de la siguiente manera: “Yo/ No/ Quiero/ una vida sin cicatrices” (41). La necesidad de huellas del daño cor- poral es evidente. Las cicatrices, de esta manera, serán una suerte de escritura indeleble o, al fin y al cabo, memoria, que la sujeta anhela conservar como parte de su identidad. El despojo es un proceso constante experimentado por este cuerpo sometido al poder de la enfermedad, que se agencia para producir una subjetividad de resistencia. No hay certeza de mejora ni de inclusión cuando se trata de en- fermedades crónicas; aun así, el deseo no deja de operar en esta voz poética. ¿Sería posible poner en tela de juicio este deseo? ¿Se puede coartar la voluntad de detener el dolor? Somos cuerpos vulnerables, expuestos siempre al abismo de la enfermedad y a un orden sanitario que permite sobre- vivir de acuerdo a la capacidad económica del/la paciente. Cada cuerpo importa, y, por lo mismo, cada cuerpo merece vivir y detener su dolor. Alejandra González ha escrito un libro que marca un antes y un después en lo que se refie- re a las corporalidades de mujeres, a la experiencia de la enfermedad y al dolor como una política destructiva, que se confronta a un cuerpo que, progresivamente, va siendo arruinado, despojado de todo menos del deseo de vivir.
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