Palabra Pública N°27 2022 - Universidad de Chile
Vulneraciones de un cuerpo que se muere La enfermedad del dolor , de Alejandra González L a pandemia ha puesto en escena nuevamente la enfermedad, el contagio, la muerte y el temor humano. Cuando estábamos en cuarentena, nos preguntábamos si el mundo cambiaría, si el ser humano torcería su rumbo, si el miedo nos enseñaría algo cuando se sospechaba que el virus po- dría acabar en la imposibilidad de respirar, el gran síntoma y efecto del covid, y la gran metáfora del fin de la vida. Ni los humanos ni tampoco la literatura cambiaron con la debacle. Es más, la violencia y el ensimismamiento neoliberal se han exacerbado. Sin embargo, desde las grietas de un mundo contagiado o en proceso de contagio, surgen escri- turas que dan cuenta de una expe- riencia límite que excede el tiempo de la pandemia. La primera edición de La enfer- medad del dolor , de Alejandra Gon- zález, fue realizada por Ediciones del Temple en el año 2000. Este año, el poemario ha vuelto a publicarse, esta vez por Libros Del Pez Espiral, en una cuidada edición que incluye dos cambios: la inclusión del poema “Bastón”, que abre el volumen; la fe- minización del yo lírico (“misma” en vez de “mismo”) y la inclusión de un glosario. Partiré señalando lo impactante que ha sido leer este poemario de Alejandra González tras veintidós años. La enfermedad del dolor es un libro, como lo dice su título, sobre el dolor y la enfermedad, a lo cual agregaría que es un libro sobre el despojo y la marginación de un cuerpo conservado por el orden médico en una descomposición progresiva. La biopolítica opera, de tal modo, postergando la muerte, alargando la enfermedad, manteniendo al cuer- POR PATRICIA ESPINOSA H. «Alejandra González ha escrito un libro que marca un antes y un después en lo que se refiere a las corporalidades de mujeres, a la experiencia de la enfermedad y al dolor como una política destructiva». po enfermo en una suerte de exilio y soledad que solo con- tribuye a reforzar la carga de mostruosidad o anormalidad que arrastra el estar enfermo para siempre. En el ensayo “La enfermedad del dolor”, la crítica li- teraria y psicoanalista Julia Kristeva señala: “uno de los desafíos capitales de la literatura y del arte está situado en esta invisibilidad de la crisis, que afecta a la identidad de la persona, de la moral, de la religión o la política”. Kristeva se refiere a un estado de posguerra donde la crisis aparece invisibilizada socialmente, pero que encuentra su lugar en el espacio lite- rario. Una crisis que se inscribe en la escritura y persiste en representar un estado de dolor imposible de silen- ciar o eludir. Alejandra González no solo cita en su título el análisis de Kristeva, sino que se hace parte de su pro- puesta respecto de la escritura sobre el dolor y la melancolía derivados de una enfermedad. Hablamos de un cuerpo que se resiste a la desapari- ción y que se hace parte de un iti- nerario de sobrevivencia, donde un yo lírico no deja de exponer el daño y sus efectos colaterales en su cuerpo y en la escritura. González, tal como Kristeva expresa sobre Marguerite Duras, domestica la enfermedad de la muerte, se hace uno con ella (188). La poeta nos enfrenta una y otra vez al daño como efec- to de una enfermedad que se diversifica, que ataca como una máquina de guerra a un cuerpo despojado de sanidad. Da la impresión de que no hay contraataque de este yo lírico, que aparece entregado a su exterminio. La sujeta de este libro padece de una enfermedad a los huesos, precisamente la estructura de un cuerpo, que la lle- 50
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