Palabra Pública N°27 2022 - Universidad de Chile

de que, curiosamente, la comenzaran a chacrear personas que no se ocupan tanto de nuestras chacras. Sería largo enunciar aquí una definición precisa, pero un asunto fundamental es que el territorio, según aparece en Cu- repto es mi concepto , siempre implica una idea de espacio ocupado, tanto en el sentido de uso como de ocupación. Ocupación geopolítica y a veces hasta “miliquera”, como diría Barrientos. Otro asunto importante es que, por lo general, se trata de un territorio de dimensiones kilomé- tricas, cuyo nombre oficial es nación, pero que también está plagado de topónimos más antiguos, sobrenombres cariñosos y etiquetas fragmentarias mucho más bonitas. Hay una lectura tuya que permite repensar un se- teo descentralizador ya bicentenariamente fallido: que el desarrollo de espacialización chileno siempre se concibió de norte a sur (los trenes, la Panamericana), exceptuando el Maule, que a través del ramal se desa- rrolló en horizontal. —Claro, está esa idea en varios textos míos, pero yo la fui rapiñando de una pila de libros donde la dirección este-oeste era la manera de percibir lo local como un mun- do complejo, no como una parte cuyo destino era rendir tributo a otro territorio mayor, impuesto por el eje longi- tudinal. Ahora, la transversalidad no siempre se expresa literalmente en cada río o franja del mapa-base: hay trans- versalidades como las de los poetas autonómicos de Mar- celo Mellado o acaso en Pablo de Rokha, donde lo que prima es saltarse la escala nacional (que en realidad es el centro panóptico haciéndose el leso), con el plan de cons- truir de provincia a provincia unas articulaciones imprevi- sibles. La Constitución rechazada en septiembre traía unos pasajes bien interesantes sobre los “Consejos de cuencas”, donde quizá se actualizaba un poco la misma idea, el te- rritorio ordenado o desordenado a partir de fluvialidades, pero por desgracia terminamos pegados con la Cámara de las Regiones y otras leguleyadas neocentralistas. “Literatura y vergüenza” lleva por nombre un texto de Curepto... que trata sobre el extractivismo, la explo- tación que el centro hace de la periferia. Queda la sensa- ción de que el mismo aprovechamiento puede hacer la literatura con la subliteratura. —Ese es el símil que se aventura explícitamente. La nación centralizada que usufructúa de las regiones, tanto a nivel simbólico como material, dejando de paso relaves tóxicos y además relaves de imágenes, visiones estereoti- padas. Y, a la vez, el canon o las bellas letras convirtiendo aquello que se entiende como subliterario o paraliterario en su zona de suministros, su república bananera. Ni la región ni la paraliteratura, de acuerdo con estas jerarquías, valen sino en la medida en que fungen como tontos útiles. Igual no es que a partir de esto me interese contribuir con otro eje de lectura contenidista puritana. Ya hay suficiente de eso. No es para desembocar en una caza de brujas y brujos capitalinos. O no es para ponerse a leer como “re- gionazis”, un término que les escuché a unos autores de Copiapó en son de leseo. Si no recuerdo mal, un lector tan bacán como Edward Said nunca manifestó que debíamos cancelar a Conrad por el modo en que describía África: el imperialismo conradiano era parte de la complejidad de El corazón de las tinieblas , pero había mucho más ahí. Algo similar podríamos decir, modestamente, de Blest Gana o del señor (Fernando) Santiván o de Marta Brunet. Incluso si elles nos hicieron objeto de maltrato epistémico, siguen siendo textos literarios de una gran riqueza. Lo importan- te sería no desechar esta dimensión territorial de lectura, una dimensión que no suele aquilatarse. Cuando se habla de literatura, siento que es una respuesta predecible de la crítica rechazar listas, ale- gando que no permiten dar cuenta de realidades siempre complejas. Pero en Arresten al santiaguino elaboraste una “Biblioteca de autores regionales”, y en Curepto… desarrollas una “Veintena de mapas po- sibles” que funcionan casi como un universo paralelo de la literatura chilena, en un uso del recurso de enu- meración que configura al libro como dispositivo, y que enriquece además la percepción que los lectores tenemos sobre nuestra fronda literaria. —Yo encuentro que todavía vale la pena volver a pen- sar más en términos de corpus que de canon. Al revisar el Arresten al santiaguino! Biblioteca de autores regionales Overol, 2018 176 páginas Curepto es mi concepto. Ensayos sobre literatura y territorio Overol, 2022 268 páginas 36

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