Palabra Pública N°27 2022 - Universidad de Chile
cos. De la misma forma, tiene que ver con el reconocimien- to. El sujeto pide que se le nombre y eso es importante, no es solo “deme un diagnóstico o una pastilla”. Claro, el llamado a responder a la salud mental no tiene que ver solo con un diagnóstico o un medica- mento, porque eso no abre la posibilidad de reconocer el sufrimiento. —Hay un fenómeno que toca en algún punto este tema, y que percibo sobre todo en un sector juvenil, donde aparece de una manera muy brutal el tema de la identi- dad, de los nombres. Creo que nunca habíamos vivido esta búsqueda por saber quiénes somos. Cada vez vamos agre- gando más nombres a la experiencia, bajo el supuesto de que mientras más nombres tengamos, más claro tenemos quiénes somos. Se multiplican al infinito las clasificaciones y hay veces, incluso, que esa búsqueda de una identidad nominal se topa con la búsqueda del diagnóstico. Por ejem- plo, soy espectro autista y además tengo tal clasificación en mi identidad de género, como si eso me ahorrara la necesi- dad de preguntarme por la complejidad de mi sufrimiento y el de otros. Habría, entonces, un vacío sobre el propio lugar, un malestar con el propio nombre, y se busca una respuesta en la salud mental, en el diagnóstico o en un nombre que me resuma o me fije y que me responda quién soy. —Eso tiene otra dimensión problemática que es el reverso: la certidumbre. Mientras más certeza tenemos, aparentemente más tranquilos estamos, pero ya sabemos hacia dónde nos conducen las certezas absolutas. Si miras la historia, cuando se logra instalar un matiz totalitario en esta búsqueda de certezas, se termina con gobiernos ya no conservadores, sino que directamente fascistas. ¿Cómo ves la relación entre la demanda de salud mental y el estallido social? —El estallido mostró una forma de expresión del ma- lestar que se venía fraguando históricamente y que apareció de una manera muy explosiva. Creo que lo particular de ese modo de presentarse tiene que ver con intensidades, y aquí estoy diciendo algo políticamente incorrecto, tal vez, pero esas intensidades no necesariamente conducen a una transformación política. Es una condición necesaria, pero no suficiente. Pienso que esto tiene que ver con la salud mental en algún sentido. El estallido fue pura intensidad y entregó una expectativa, un anhelo político que va a tomar años, pero que está lleno de ilusión, como todos los anhelos mientras no se transformen en algo más claro desde el pun- to de vista político. Durante el estallido apareció mucho la frase “no era depresión, era capitalismo”, como si se hubiese descubierto cuál era el problema. El problema ya no soy yo, no es que yo tenga depresión, el asunto es que vivo en una condición de vida miserable y eso curiosamente tiene un efecto aliviador, porque te saca del imperativo contemporá- neo de que tienes que cargar con tu propia responsabilidad, y les devuelve a las instituciones, al Estado, a la política, una responsabilidad que estaba ausente. Trabajar los duelos Hubo un ambiente de mucho entusiasmo durante el proceso constituyente, pero también de mucha crítica. Luego, tras el plebiscito, aparece una división entre la política tradicional, que toma el control de la situación, versus una ciudadanía que queda silenciada y cae en un estado melancólico. —Depresivo, diría. Hay una dimensión simbólica tre- menda en el triunfo del Rechazo, a la que no le hemos to- mado el peso. Eso va a tener un efecto en la convivencia y la cultura chilena. Un efecto político, regresivo, en el que aparecen los sectores más conservadores, incluso pinoche- tistas, que leen este triunfo como si todo hubiese sido una ilusión, y que la realidad es que todos quieren paz y orden y no una transformación social. Esto es lo más grave, porque va a tomar mucho tiempo restituir lo que habíamos logra- do. Por eso es tan importante traducir el ideal en política, y, por lo tanto, en poder, y eso no tiene buena prensa. Como si preguntarse por el poder y la eficacia fuese algo mal visto. Tengo la impresión de que esa suerte de entu- siasmo podría traer algo tremendamente depresivo. Está también el tema del duelo, de cómo hacer el duelo de una derrota en un sector importante de la sociedad chilena. Eso remite a otro duelo: el del golpe militar. No es casual que esto esté ocurriendo cerca de los 50 años del golpe y que el plebiscito haya sido el 4 de septiembre, el día que fue elegido Allende. ¿Cómo estas cosas simbólicas no van a tener peso en una comunidad como la sociedad chilena? «Cada vez vamos agregando más nombres a la experiencia, bajo el supuesto de que mientras más nombres tengamos, más claro tenemos quiénes somos». 16
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