Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile

ELVIRA HERNÁNDEZ (Lebu, 1951). Es considerada una de las voces más importantes de la poesía contemporánea chilena y latinoamericana. Entre sus libros están ¡Arre! Halley ¡Arre! (1986), La bandera de Chile (1991), Santiago Waria (1992), Álbum de Valparaíso (2003), la antología Los trabajos y los días (2016) y Pájaros desde mi ventana (2018). Obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2018. Incluso, mucho antes, el abate Molina, sabedor ya de antropología europea, y temeroso de racismo, pre- gonaba: “Confesemos, que todas las naciones, sean americanas, europeas o asiáticas, han sido semejantísimas en el estado salvaje, del cual ninguna ha tenido el privilejio de eximirse”. Y agregar, para no olvidarse del mito de la blancura que nunca deja de resuci- tar, que España dudaba si era cola de Europa o cabeza cercenada de África. Hoy estamos —con el proyecto de nueva Constitución— ante un escenario de reedificación del país respaldado por nuevas ideas. Con de- rechos humanos, con mayor autono- mía para que los pueblos originarios puedan proseguir con el curso orga- nizado de sus sociedades y acervos. Hoy, mañana, podrían tener presente y futuro; son sociedades vivas que no se las puede confinar en un museo. Es, entonces, tarea del país reunir las partes dispersas y reprimidas del todo, marcadas por una historia pasa- da cruenta para estos pueblos, y que como chilenos nos tiene que aver- gonzar. Las políticas de reparación se vuelven urgentes. Nada fácil, por su complejidad, no exenta de enormes contradicciones. Sin embargo, esta- mos ante la mejor circunstancia polí- tica para enmendar pasos, porque hay una valoración de la riqueza de gentes que puebla el país y que nos habilita para estos cambios. En eso no hay de- bilidad ni se nos disgrega; permite dar un salto adelante hacia otra historia. Pero requiere diálogo, y que se pueda seguir legislando al respecto. “La casa de todos” necesita completar la obra gruesa, proseguir con las terminacio- nes y el amoblar. El principio de plurinacionali- dad nos convoca en igualdad como pueblos a construir, en democracia, un Estado social de derechos. Es, este principio, en su particularidad, una pieza jurídico-política que te- nemos que dimensionar, discutir, habitar; saber si nos está quedando grande o chica. Esforzarnos para que entronque con nuestra historia, se amalgame con nuestras costumbres más que con la creencia en una efi- cacia conseguida por países de otras latitudes. Hay que evitar el exceso de copia y confiar en una experiencia a la que no se puede renunciar. Nues- tras tradiciones no son estáticas, no se las puede inmovilizar; para seguir viviendo en ellas tenemos que darles continuidad, lo que implica ser crí- ticos en un trabajo de autoconstruc- ción comunitaria permanente. Como chilenos no estamos acos- tumbrados a movilizaciones ciudada- nas deliberativas —las movilizaciones las hemos reducido a las marchas callejeras—; el debate nos incomo- da y los procesos nos desasosiegan. Queremos ver productos terminados. Son los años de dictadura y falta de educación cívica. Sin embargo, tene- mos tareas ciudadanas. Muchas. Por «Estamos ante la mejor circunstancia política para enmendar pasos, porque hay una valoración de la riqueza de gentes que puebla el país y que nos habilita para estos cambios. En eso no hay debilidad ni se nos disgrega; permite dar un salto adelante hacia otra historia». el momento, oírnos y entendernos antes de proceder a la interpretación. Es legítimo que las palabras estén en boca de quienes las acuñaron, antes de apropiárnoslas. Que se examine cuánto de coincidencia o discrepan- cia hay, correspondencia o disyun- tiva, antagonismo o concordancia entre küme mongen , alli kausay , por ejemplo, y otras formas de vivir bien, dichas en otras lenguas ancestrales de este territorio. Sería una fragua cul- tural mayor en nuestra construcción comunitaria. Un momento de tocar tierra local en época de globalización. Para eso hay que cruzar el um- bral, entrar a “la casa de todos”, que no es el paraíso de la hermandad sino el amparo y la protección donde en democracia se resuelven querellas, luchas o desavenencias y se avanza. Es construcción que se sigue levan- tando, haciéndose visible. Por cierto, atrae temores: que esta no resista, que esté sobreedificada. También hay otro, que es casi destino, derrumba- miento atávico y tragedia de los pue- blos latinoamericanos: abandonar las obras a medio terminar. De aquello, hay ejemplos notorios: hospitales, astilleros, puertos, líneas férreas, pue- blos abandonados… El esfuerzo, en- tonces, es cruzar el umbral, no pasar al living, quizás, sino a la sala de estar, donde sea posible hablar, es decir, ser. Y algo más, como pedían las abuelas: por favor, no arrastrar al interior, mu- gre con los pies. 6

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