Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile

ciudades que tengan producción agrí- cola. El hidrólogo, eso sí, pone más fichas en las plantas de tratamiento de aguas: “Se pierden muchos litros de aguas servidas en el mar en las zonas costeras y es sensato pensar que varios sistemas de tratamiento de esa agua van a tener un uso. Los grandes siste- mas de aguas no convencionales van a ser la desalación y el reúso de aguas servidas, y, en forma más convencio- nal, la construcción de embalses y el mejor manejo de la recarga de aguas subterráneas”, advierte. Fragkou cree que los embalses no se van a eliminar, pero les ve menos sentido en el futuro. “No sé si habrá tanta agua como para que los embal- ses acumulen. Creo que, por un lado, pueden traer conflictos, porque va a haber agua acumulada y acaparada, y mientras más abajo no habrá. En segundo lugar, pueden quedar obso- letos, como algo que no sirve”, dice. Cualquiera sea la fuente alter- nativa para asegurar el consumo humano, lo cierto es que no será lo mismo que tomar agua de origen cordillerano, por lo que el consumo de agua embotellada crecerá, pro- yecta la investigadora. Algo que ya se ha visto en Antofagasta, donde gran parte de la población se abas- tece con agua desalinizada (o una mezcla con ella) desde 2003. “La gente cada vez tiene menos confian- za en el agua de la llave o los me- dios que los abastecen. Camiones aljibes o plantas desalinizadoras no siempre tienen aceptación. Entre la infraestructura que está envejecien- do y el tema de la escasez, la gente va a tomar más agua embotellada”, asegura. Esto encarece el consumo y acarrea otro disruptor del paisaje: el aumento de residuos plásticos. El factor inequidad Ante este escenario, la producción de alimentos está en riesgo y es tiem- po de pensar qué vamos a hacer, dice Fernando Santibáñez. “La seguridad alimentaria de Chile merece que nos preocupemos de una estrategia que incorpore el fenómeno de aridización de los climas de la zona central y centro sur. No hacerlo podría ponernos en una situación de gran vulnerabilidad, llevándonos a una elevación del precio de los alimentos”, subraya. Los principales impactos están relacionados con los reservorios de agua y la seguridad alimentaria, pero a eso se suma que “las poblaciones más vulnerables serán las más afectadas por la sequía”, dice Claudia Villarroel. Dada la crisis actual, es una predicción que se puede verificar: las napas subterráneas han bajado a una tasa sin precedentes, dejando muchos pozos de agua potable rural (APR) secos y forzando el aumento de gasto público en camiones aljibes en zonas donde el agua pota- ble ya había tardado mucho en llegar. “Si bien Petorca ahora es un caso desta- cado, esto va a empezar a multiplicarse y ex- pandirse por el país. Vamos a tener más pro- blemas de agua potable, se van a agotar más fuentes vulnerables, sobre todo de áreas rura- les. Va a haber más gente en campamentos, si es que no se hace nada respecto de la entrada de migrantes y de su exclusión del mercado inmobiliario. Habrá más gente con proble- mas de abastecimiento de agua”, dice María Christina Fragkou. Va a haber más soluciones parche, asegu- ra, como hoy lo son los camiones aljibe. Pero también hay que poner atención a cómo se implementarán las soluciones más definitivas, porque pueden transformarse en un potencial problema. En el caso de la desalinización, hay pocas voces advirtiendo sobre su lado negati- vo. “Hay impactos ambientales en los ecosis- temas marinos al momento de extraer el agua desde el mar y cuando se devuelve la salmue- ra. Uno menos directo es el consumo energético de estas plantas, la mayoría de las que se alimenta con termoeléctricas”, asegura Fragkou, lo que significa que para producir agua desalinizada se quema combustible fósil y se emiten gases de efecto invernadero a la atmósfera. “Se está contribuyendo al cambio climático, el mismo fenómeno al que estamos intentando adaptarnos”, advierte. Especies más vulnerables Para la vegetación y la fauna de la zona central, la escasez significa una amenaza que podría causar la extinción de algunas especies, tanto del continente como del océano. Debido al bajo caudal de los ríos durante la megasequía, nutrientes como el nitrato y el fosfato, indispensables para el crecimiento del fitoplancton—primer eslabón de la cadena trófica acuática—, drenan en menor cantidad al mar, afectan- do la productividad biológica de la zona costera. “Los ríos funcionan como cinta transportadora de sedimentos, hacen el traba- jo de transportar sedimentos desde aguas arriba de la cuenca hasta el mar. Por lo tanto, una menor precipitación y descarga conducen a una menor depositación de sedimentos en las playas u otros ambientes sedimentarios de la costa chilena, como los humedales costeros”, explica Laura Farías, académica de la U. de Concepción e investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y del Ins- tituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS). No todas las especies responden de la misma forma al cambio de condi- ciones. En los bosques, el boldo, el peumo, el quillay, el belloto, el maitén y la palma chilena están entre las especies que se han secado o cuya reproducción «Menos vegetación, embalses secos, más camiones aljibe y la multiplicación de plantas desalinizadoras en la costa serán parte del panorama de Chile en el mediano plazo». 46

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