Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile

de arte contemporáneo. Al releer las palabras del discurso de inauguración del MAC, expuestas por el rector Juvenal Hernández en 1947, se constata una premisa que funda el acto de apertura en el estímulo de las artes para propen- der a su desarrollo como una preocupación constante de la Universidad de Chile. Esto se sustenta en que las artes han demostrado ser parte constituyente de la vida republi- cana. Se trata de una declaración cuyo eco hoy resuena con pertinencia en un momento en que estamos mirándonos y repensando el acuerdo ciudadano sobre el cual queremos proyectarnos como país. Hoy el MAC se propone ser un espacio público e in- clusivo —tangible y en línea— que busca promover la diversidad de miradas, donde convergen la tradición y lo experimental. Un lugar de resguardo del patrimonio, material e inmaterial de una nación, como también de la incuestionable proyección de la exploración y experimen- tación que surge de la práctica artística. Comprendiendo y expandiendo su compromiso de ser un espacio bisagra, un lugar articulador, de gran interés extensional de la labor universitaria, como también del encuentro con audiencias y públicos diversos que buscan conectarse con un hacer que en muchas ocasiones sugiere un lugar de especulación de sentidos. Un espacio que conversa con el acontecer epocal, poniendo en crisis las narrativas hegemónicas y los textos estancos, difuminando los bordes fronterizos del conoci- miento desde un pensamiento sensible. Esto nos lleva a preguntarnos sobre la requerida conver- sación hacia el interior de la universidad, sin olvidar el rol de referente ante la comunidad cultural del país y la región. Un doble diálogo que intersecta al quehacer del MAC, ya que al señalar que somos un museo universitario estamos imprimiendo una condición de vínculo estrecho con la generación de nuevo conocimiento, creativo y crítico, el cual debe tener una correspondencia con diversas discipli- nas que componen nuestro acervo histórico e intelectual. Pensar lo que no ha sido dicho, y nombrar lo que ha sido olvidado. Esto requiere diversas estrategias convocantes, aceleradores de sentidos que deben ser proyectados hacia el interior de nuestra matriz universitaria, para permitir una inscripción más allá del campo cultural. Un enfoque es fortalecer el diálogo sur-sur, que nos moviliza a reconocernos en una acción de orden identitaria, con el lenguaje y sus sonoridades como soporte de parti- cularidades; los Andes como columna vertebral de diversi- dades y de nuestras urgencias como espacio de encuentro colectivo. De esta forma, al reforzar nuestro compromiso con el desarrollo del conocimiento universal, estamos ac- tualizando nuestra condición de contemporaneidad, para exigirnos un salto al vacío sobre lo que no conocemos, so- bre lo que debemos explorar en base a una hoja de ruta que se sustente en la misión universitaria que acoge a las prácti- cas tradicionales, como también a las inéditas y emergentes. Así, nuestro museo será reflejo de un lugar de constantes enigmas, de experiencias que se solapan con las diversas inscripciones disciplinares, interdisciplinares, y si queremos arriesgarnos, indisciplinares. Para reforzar su papel fronte- rizo, proponiendo espacios interconectados, donde la con- vergencia no deviene aplanamiento o colapso de planos de sentido, sino más bien un lugar de lo no ilustrado, de lo que debemos construir de manera colectiva, un asunto que po- dría pensarse ajeno a la tradición, pero no lo es. Justamente, de la premisa universitaria se refuerza nuestro rol de interés nacional, el cual ha transitado por los diversos derroteros, explícita o implícitamente, con el Estado, con las comuni- dades culturales, con los y las artistas. Es requerido seguir fomentando una actividad trans- versal, amplia, diversa y expresiva, para cumplir nuestro papel frente al país y que hoy toma total actualidad en el momento de reinscripción de miradas con el cual estamos conviviendo. Un rol que, a la vez, ha sido parte de cómo la Universidad de Chile ha entendido un enfoque de co- rrespondencia con las necesidades de un Estado-nación que nos compromete éticamente. Son 75 años que han cruzado nuestra historia cultural y política, por lo que el MAC ha sido un testigo ineludible de las derrotas y futuros posibles que hemos construido y que queremos construir, como universidad y también como país. No hemos estado ajenos al acontecer de nuestro Chi- le, como tampoco a la confrontación de sentidos de lo que denominamos cultura, patrimonio y contemporaneidad. Reflejo de esto es nuestro acervo de obras. Más de 3 mil 200 obras forman parte del repertorio que nos conecta con nuestra identidad cultural. Nuestro rol universitario debe tener un correlato con estos tiempos, para subsanar las fisuras que emergen en una sociedad que requiere que estemos comprometidos en compartir y conectar a las personas con las diversas expre- siones de las artes, del conocimiento expandido; para pro- yectar ideas, pensamientos y acciones que se sustenten en el respeto y la generosidad. Quizás la paradoja está en que hemos abrillantado demasiado el piso. Y frente a ese piso reluciente, lo que requiere un espacio universitario como el MAC es corregir el punto de vista, para que en el cam- bio de la radial de observación abordemos los enigmas de nuestro tiempo con un sentido colectivo y con una fuerte proyección externa, para que uno de los espacios extensio- nales por excelencia de la Universidad de Chile sea reflejo de una nación que se reconstruye. DANIEL CRUZ VALENZUELA Artista visual y magister en Artes. Director del Museo de Arte Contemporáneo. Académico Asociado del Departamento de Artes Visuales de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. 43

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=