Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile
José Antonio Gallego Vázquez-Pexels do ni su existencia están supeditados a los intereses del mercado. A pesar de lo complejo que es el escenario para las publicaciones en papel, en particular luego de la pandemia, am- bas revistas no han dejado de llegar al público. Pero no son las únicas: a principios de 2021, el Instituto Profe- sional Arcos se aventuró con la revista Agua Derramada . Para su director, el filósofo Ignacio Aguirre, uno de los principales desafíos ha sido la com- plejidad de llegar a nuevas audiencias: “Lo más difícil es poder gatillar el interés del lector/a actual, retener su atención. Hay una cierta comodidad, comprensible quizás por la enorme cantidad de información que circula, de quedarse en titulares o en artefac- tos de rápida comprensión, entonces una revista con reportajes y entrevis- tas a fondo corre el riesgo de quedar en la indiferencia”, dice. En esta misma línea, la editorial de la Universidad Católica del Maule rescatará Medio Rural , revista literaria fundada en 2015, dirigida por Cris- tián Rau y editada por José Tomás Labarthe, que dejó de publicarse en 2020 por falta de financiamiento. Con el apoyo de un fondo estatal y bajo el alero de la UCM, la revis- ta volverá a circular, será semestral y tendrá más páginas. En paralelo, la revista argentina Anfibia , de la Uni- versidad Nacional de San Martín —referente latinoamericano de pe- riodismo narrativo—, prepara su ate- rrizaje en Chile este segundo semestre con la apertura de Anfibia CL . Contra la precarización En 2020, en plena pandemia, apareció La Palabra Quebrada , pro- yecto independiente de la V región que nació gracias a un Fondart, y que surgió como una reinvención de la desaparecida Grado Cero . Hoy, sin embargo, su subsistencia también pende de un hilo. “Nosotros nos fi- nanciamos a través de la concursabi- lidad estatal. Nos fue bien durante cinco años, pero este no. Tenemos re- cursos hasta el número 20. El futuro es complejo”, cuenta Cristóbal Gaete, editor de la revista. Es un hecho que parte del declive de las revistas impresas tiene que ver con las nuevas lógicas de circulación que ha planteado internet, como ex- plica Tomás Peters: “Lo que ha hecho la pandemia es acelerar dos procesos: por una parte, forzar el desplazamien- to de la prensa cultural a plataformas virtuales alojadas en medios tradi- cionales y, por otro, la expansión de emergentes y, muchas veces, esporá- dicos esfuerzos por realizar medios alternativos en redes sociales. Da la impresión de que las páginas web de revistas culturales han dado paso a formatos más rápidos, directos y ‘de nicho’ vía Instagram, TikTok u otras redes. Es una forma novedosa, pero tiene el problema de la fluidez e ins- tantaneidad, en contraposición a un formato permanente y de consulta histórica”, explica. Muchos ven en este nuevo escena- rio de mayor virtualidad una oportu- nidad para repensar las estrategias de producción y circulación del conteni- do cultural. Es lo que plantea Ignacio Szmulewicz, historiador del arte y co- laborador de la revista La Panera , que se regala en distintas librerías y espacios culturales: “Hoy no existe tanto el rol que jugaban antes los editores de revis- tas, los directores de medios, los críti- cos, los articulistas”, opina. “También ha desaparecido el rol articulador que tenían los medios, ahora son más bien pequeñas células con sus comunidades que pueden ser grandes o pequeñas y que generan un diálogo bastante ato- mizado”, agrega Szmulewicz. Pero esta situación plantea otros problemas, como el hecho de que la mayoría de estos espacios no tienen financiamiento y, por lo mismo, no pagan a sus colaboradores. El resulta- do de esto es que no solo se fomenta 36
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