Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile
dades fuertes, pero cuando se considera la vida integralmen- te sí, porque la ciencia es una carrera de una entrega muy intensa y esto es difícil de abordar cuando se tiene hijos y familia. Y ahí, sin la ayuda y el sacrificio de otras mujeres, de la madre, de las trabajadoras del hogar, no habría sido posible el desarrollo que tuvo mi carrera. Dentro de la universidad le tocó vivir la Reforma Universitaria, el tiempo de la Unidad Popular, el golpe, la dictadura, el retorno a la democracia. ¿Cómo han im- pactado estos distintos momentos históricos en su forma de concebir la universidad pública? —Han sido esenciales. Uno crece y se desarrolla cons- tantemente en la universidad, el aprendizaje es permanen- te. Yo viví estos 50 años en la Universidad de Chile. Ingre- sé como estudiante durante la reforma, entonces no solo se entraba a esta institución que representaba un mundo complejo y diverso, sino también a un espacio que se esta- ba cuestionando para alcanzar una mayor democracia uni- versitaria. Estaban pasando cosas parecidas a las de hoy al interior de una universidad que se debe a la sociedad. Uno venía con un compromiso con el estudio principalmente, y cuando te incorporabas, te empezabas a dar cuenta de que serías parte de una serie de cambios, de algo mucho mayor. Esta voluntad de cambio estaba impulsada en gran parte por los estudiantes y los académicos jóvenes. A poco andar, cuando la reforma se estaba estableciendo, vino el golpe, la gran tragedia nacional. ¿Cómo fue vivirlo en la universidad? —Al ser la Facultad de Química y Farmacia más pe- queña y de corte científico, el efecto no fue tan dramático como en las Humanidades y las Ciencias Sociales. Pero fue un choque terrible pasar de estar en una universidad que era de Chile a una universidad intervenida. El año 74 me fui al extranjero a hacer mi doctorado y posdoctorado, y volví a fines de 1980 como académica a vivir con mucha intensidad la recuperación de la democracia. Esto marcó mucho mi compromiso con la institución y con el país, porque la Universidad de Chile jugó un rol muy importan- te en la recuperación de la democracia, no solo la nacional sino también interna, porque todas las autoridades eran hasta entonces designadas. Es difícil para las generaciones más jóvenes entender lo que vivimos con autoridades que eran no-autoridades, como los rectores delegados, los de- canos designados. Aprendimos a convivir con reglas pro- pias, sin establecer vínculos con la autoridad, porque no la reconocíamos. Somos una generación que creció con una valoración muy fuerte por la autonomía universitaria. ¿Cómo cree que esa experiencia influirá en su recto- rado? Especialmente en la relación con los jóvenes. —Creo profundamente en el valor de la comunidad, la universidad se debe a ella. Un trabajo importante que tene- mos que hacer es fortalecer los vínculos con las generaciones más jóvenes y hacernos cargo de la formación que requieren en el mundo de hoy. Una formación que les haga sentido, que no disocie el compromiso político con el aprendizaje de una disciplina, sino que logre integrar ambas cosas. Eso im- plica una forma distinta de enseñar, un espacio de enseñan- za-aprendizaje diferente, más situado en los contextos reales. Implica abrir la universidad a la sociedad, no solamente en el discurso, sino que en la interacción real. Esto requiere de muchos cambios que son esenciales para que la educación nos prepare para un futuro incierto y complejo. ¿Qué le sorprende de las nuevas generaciones? —Tengo mucha admiración por ellas. Si vemos los cam- bios que están ocurriendo en el país, las y los jóvenes, en general, y los universitarios, en particular, han cumplido ro- les muy importantes impulsando procesos con alto impacto social y político. Esto no es algo generalizado en el resto del mundo. La generación que hoy dirige el país estaba hace muy poco en la dirigencia estudiantil en la Universidad de Chile. Sin embargo, por lo mismo y con mucha honestidad, me preocupa que se debilite la organización estudiantil en la universidad. Debemos apoyar a las organizaciones que hoy desarrollan distintos proyectos, conocerlas, comprender sus anhelos y preocupaciones, establecer vínculos, relacionarnos más profundamente con los y las jóvenes, con nuestras y nuestros estudiantes. A ellas y ellos nos debemos, les necesi- tamos, les necesita el país y la universidad. Inclusión y diversidad Rosa Devés no solo ha sido testigo y protagonista del úl- timo medio siglo en la historia universitaria, ocupando car- Felipe PoGa 28
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