Palabra Pública N°26 2022 - Universidad de Chile
Elisa proviene de una nación que, desde siglos de siglos, se encuentra condenada por el dominio estatal al olvido, a la negación de su etnia, a la supresión de su lengua, a la des- posesión de sus tierras y a la persecución de sus derechos. Cuando hizo uso de la palabra en el marco solemne de la sesión inaugural de la Convención, Elisa realizó un ejercicio que no debemos olvidar, porque trajo una ense- ñanza para valorar los recursos enunciativos que facultan el pensar y decir en plural . Si bien tomó la palabra como mapuche al decir “yo-mujer indígena”, Elisa supo trasladar- se de este “yo-representante de un pueblo originario” a un “nosotras-nosotros-nosotres” que abarcaba una diversidad hasta entonces no reunida de voces y expresiones. Elisa se trasladó de la primera persona del singular a una prime- ra persona en plural hecha de una mixtura de identidades castigadas por el orden dominante: las de la explotación económica, del maltrato racial, de la opresión sexual, de la represión policial, de la segregación étnica, de la precariza- ción social, de la violencia de género, del abandono de la niñez, del olvido de las regiones, etcétera. Elisa hizo com- parecer lo mapuche como sinónimo histórico de despojo civilizatorio, pero junto con exhibir esta carga ancestral, lo mapuche irradió su poder como un “significante flotante” que le dio cabida a múltiples otras identidades rezagadas que se beneficiaron así de la cadena de asociaciones metafó- ricas tejida por el yo-nosotras-nosotros-nosotres. Lo mapuche, en la voz de Elisa, hizo girar una cons- telación de imaginarios suficientemente amplia y diversa como para englobar a los distintos sujetos y a las distintas comunidades marcadas por el descarte, la omisión y la mar- ginación. Sin renunciar al legado de su memoria oral ni a la materialidad de sus prácticas comunales, Elisa desencializó su identidad mapuche para que se entrecruzaran en ella dis- tintas marcas fluctuantes de opresión racial, de precariza- ción económica, de persecución política, de discriminación sexual, etcétera. Elisa reivindicó la categoría de lo mapuche no como un reducto identitario de exclusiva propiedad de quién lo encarna. Ocupó dicha categoría para formular una invitación —generosa, hospitalaria— a que otras identida- des se reconocieran en ella en tanto identidades también “otras” que migraron así entre lo no-idéntico y lo parecido, entre lo diferencial y lo equivalente, entre lo equivalente y lo ambivalente. Lo “otro” se volvió política y poética en esta “otra forma de ser plural” —en sus propias palabras—, que supone pensar las identidades no en términos de propieda- des-esencias que se autorepresentan excluyentemente a sí mismas, sino como redes variadas de identificación y per- tenencia que, entrecortándose unas a otras, pueden formar conexiones inesperadas mediante la juntura de sus bordes. *** Que Elisa presidiera la Convención ofició como un sím- bolo de reparación histórica que dignificó a lo mapuche. Así se entendió y se valoró públicamente. Pero, además, Elisa es una profesora de lenguas que sabe de interculturalidad y, por lo tanto, de “traducción”. Se suele hablar de la traducción en términos específicamente lingüísticos para designar el proce- so que lleva las palabras a trasladarse de idioma para habilitar su comprensión de una cultura a otra. Pero la “traducción” se aplica a cualquier tipo de enunciado que se desplaza de estructura de referencia, intermediando realidades distintas y distantes. Evoco lo de la “traducción” para nombrar una de las habilidades desplegadas por Elisa en su desempeño como presidenta de la Convención: la de esforzarse en fabricar un vocabulario común entre grupos diferentes e incluso opues- tos que, sin excluir el desacuerdo , ofrezca modos de procesar este desacuerdo argumentando y deliberando sobre la ten- sión entre lo particular y lo universal. «Lo mapuche, en la voz de Elisa, hizo girar una constelación de imaginarios suficientemente amplia y diversa como para englobar a los distintos sujetos y a las distintas comunidades marcadas por el descarte, la omisión y la marginación». 17
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