Palabra Pública N°25 2022 - Universidad de Chile

Philippe Sands, el reconocido abogado de derecho internacional y escritor británico-francés, ha seguido de cerca la invasión rusa a Ucrania. No solo por su trabajo como jurista en tribunales internacionales, sino por una historia familiar que lo une a Lviv, una de las ciudades ucranianas bombardeadas. En este ensayo, el autor de Calle Este-Oeste aboga por la urgencia de llevar a Vladimir Putin ante la justicia por crimen de agresión, el que está siendo perpetrado frente a nuestros ojos, y que podría ser investigado sin mucha dificultad “si es que existe la voluntad política”. POR PHILIPPE SANDS L a invasión de Ucrania liderada por el presi- dente ruso Vladimir Putin y los crímenes que se están cometiendo en su nombre me resul- tan muy personales. Es el lugar donde alguna vez vivieron varios de mis familiares. Visité la zona por primera vez en octubre de 2010 para dar una conferencia sobre “crímenes contra la humanidad” y “genocidio”, dos delitos creados en 1945 en los famosos Jui- cios de Núremberg, en los que antiguos jerarcas nazis fueron acusados y juzgados como criminales de guerra por un tribu- nal militar internacional. Como académico y abogado, los crímenes internacionales son mi especialidad, mi trabajo dia- rio. Decidí aceptar la invitación a Lviv —Leópolis en espa- ñol, una ciudad en el oeste de Ucrania de la que apenas había oído hablar— después de darme cuenta de que su nombre anterior había sido Lemberg y que era el lugar de nacimiento de mi abuelo León en la época del Imperio Austrohúngaro. En Lviv encontré la casa donde nació y me enteré de que huyó de la ciudad en septiembre de 1914 cuando tenía 10 años, junto su madre y sus dos hermanas, escapando como refugiados de la ocupación por parte de fuerzas rusas, que ya habían matado a su hermano. En estos días, miles de refugiados han debido dirigirse a la maravillosa estación de trenes de Lviv, desde donde León partió al oeste. Una vez más están intentando escapar de una agresión rusa. En esa primera visita aprendí más sobre el destino terrible de quienes se quedaron en la ciudad tras la partida de León; sobre el verano de 1942, cuando Hans Frank, gobernador ge- neral de la Polonia ocupada por los nazis y antiguo abogado de Hitler, pronunció el discurso que dio inicio a la Solución Final en la zona. Lo que siguió fue el exterminio de cientos de miles de familias, incluida la de mi abuelo. Cerca de 80 de mis pa- rientes murieron, mientras 150 mil o más judíos fueron “reu- bicados” desde Lemberg a guetos y campos de concentración. Sorprendentemente, también descubrí que los creadores de los términos legales de “crímenes contra la humanidad” y “genocidio” —el profesor Hersch Lauterpacht de la Univer- sidad de Cambridge y el doctor Raphael Lemkin, un antiguo fiscal polaco— estudiaron en la misma universidad que me invitó a dar la conferencia. Es una verdadera tragedia que la tierra y la ciudad que dieron origen a estos términos sean una vez más víctimas de los más terribles crímenes internacionales, esta vez perpetra- dos por el presidente Vladimir Putin en nombre de Rusia. Durante los primeros días de marzo, la Corte Penal In- ternacional (CPI), hija de los Juicios de Núremberg, inició una investigación por crímenes de guerra tras la invasión rusa con el inédito apoyo de 39 países. El fiscal jefe de la CPI, Karim Khan, anunció que comenzaría a trabajar “lo más rá- pidamente posible” para determinar si se han cometido crí- menes de guerra o de lesa humanidad en Ucrania. Su decisión es un gran paso, pero no es suficiente. Aun- que personalmente estoy convencido de que se están co- metiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad, estos pueden tardar en probarse y el proceso de recopilación de evidencia en casos individuales suele ser complicado. Sin embargo, existe otro crimen que Putin está come- tiendo, sin lugar a dudas. Su invasión a Ucrania es un “cri- men de agresión”, un término que se usó por primera vez en Núremberg bajo el nombre de “crimen contra la paz”. En ese momento, cuando más de la mitad de los acusados nazis fueron declarados culpables, la agresión militar fue calificada como “crimen internacional supremo”. La situación se replica hoy en Ucrania. Por esta razón, me uní al exprimer ministro británico Gordon Brown y a otras autoridades para apoyar el llamado del ministro de Relacio- nes Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, para establecer un tribunal internacional, un nuevo Núremberg, para investigar a Putin y sus acólitos por el crimen de agresión. Este crimen está siendo perpetrado frente a nuestros ojos y es posible investigarlo y perseguirlo sin mucha di- ficultad, si es que existe la voluntad política. Y a todos quienes creen que es descabellado pensar que Putin pudiese ser juzgado alguna vez, yo les diría que en un momento también fue inimaginable que líderes nazis como Hermann Göring se viesen en el banquillo de los acusados. Y, sin em- bargo, ocurrió. Y luego también se repitió con el líder y criminal de guerra serbio Slobodan Milosevic, cuyo juicio comenzó en 2002. *** Como dije, esto me resulta muy personal. En los años que han pasado desde mi primera visita a Ucrania, he vuelto varias veces, y no solo a Lviv. En septiembre de 7

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