Palabra Pública N°25 2022 - Universidad de Chile

que reflotó con el estallido y que sigue abierta ante las respuestas que pueda ofrecer el proceso constituyente. Hoy todo parece movedizo. Tal como dan testimonio los sobrevivientes de catástrofes pasadas, la inestabilidad se pre- senta como destino, las formas de precarización de la existencia convulsionan. Vivimos un presente turbulento, acechado por la crisis climática —e hídrica en particular—, la crisis económica mundial, la crisis del modelo neoliberal. Reordenar, entonces, se torna una acción posible frente al desorden mundial. Es por ello tan crucial complejizar la mirada. Para bien o para mal, los conflictos del presente suelen ser analizados desde las respuestas dadas a las catástrofes del pasado, con la expectativa de construir un hoy de tal forma que sea posible habitar un futuro. Tenemos frente a nosotros una gran res- ponsabilidad: generar los espacios para pensar y crear nuevas condiciones para un orden distinto. Permítaseme una analogía. Es parte de nuestra cotidianeidad solicitar orientación médica cuando nos sentimos enfermos. La mayoría de las veces, un diagnóstico médico llega como una mala noticia, pero también puede ser una invitación a modificar los hábitos, a orientarse hacia otros más salu- dables. Un tratamiento médico suele consistir en un proyecto que modifica nuestras formas de vida para mejorar su extensión y su calidad. Para resolver el malestar que vivimos a nivel social, es necesario también un diagnóstico que ayude a imaginar un proyecto de modificación. Nuestros hábitos sociales deben cambiar para mejorar su extensión y calidad. Una de las transforma- ciones sustantivas que hoy requerimos es del orden del estilo de gobernanza; precisamos valorar las formas de liderazgo más horizontales, combatir los enclaves autoritarios, estar más disponibles a escuchar, incorporar registros de lenguaje más inclusivos, menos binarios y más diversos. Mi abuela ucraniana-argentina radicada en Chile nos contaba una anéc- dota: cuando a su madre le preguntaban cuál era su origen, ella respondía: “desciendo de los barcos”. Hay algunas personas que no sabemos de nues- tras tierras de origen, solo tenemos lazos, recuerdos, memoria colectiva. Hay quienes entienden que su alma solo se encuentra con el espíritu de su pueblo en la tierra que habitan ancestralmente. Hay un mundo de diferencias hu- manas que no son negociables, sino que resultan ser nuestra mayor riqueza. En este escenario, el miedo es una barrera sustantiva. Las fuerzas en re- sistencia al cambio pueden llevarnos a ver las demandas de transformación como amenazas; si anteponemos los lentes del miedo, esta emoción pue- de conducir rápidamente a rechazar el camino que modifique un statu quo enfermo. Pero la mayoría de las veces los miedos no refieren a un objeto o persona reales, sino que provienen de la imaginación o de una memoria traumática que no ha sabido traducirse. Cómo desconocer que, por ejemplo, cuando se busca ayuda terapéutica, esta siempre implica resistencias, porque dar cuenta de nuestra posición doliente requiere construir confianzas y tener voluntad de escucha. Es urgente problematizar los programas públicos para que promuevan formas de resolver conflictos que atraviesan la vida cotidiana y generan victi- mizaciones. Que la vía violenta sea la forma de expresión del descontento es sin duda una dimensión presente en nuestras vidas, frente a la que es urgente implementar alternativas como sociedad, con un horizonte de convivencia futura. Pero que la violencia siga siendo un medio de fuerza usado por el Es- tado para asegurar su poder sobre los pueblos no resiste más análisis. Es una forma abusiva y aberrante que es necesario denunciar y revertir. 5

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