Palabra Pública N°25 2022 - Universidad de Chile

arte DIEGO PARRA DONOSO Crítico e historiador del arte con estudios en edición. Docente de Historia del Arte en la Universidad de Chile. Escribe regularmente en medios especializados, donde trabaja el vínculo entre arte y política. Durante 2017 formó parte del equipo del proyecto de investigación Arte y Política 2005-2015 , dirigido por Nelly Richard. Testimonial Spaces. Pabellón de Chile Bienal de Arquitectura de Venecia 2021 MAC Parque Forestal Curadores: Emilio Marín y Rodrigo Sepúlveda Hasta el 9 de abril de 2022 rígido método ideado por Marín, Sepúlveda y Ferrer, los organizadores se aseguraron de que ningún pintor asistiera a este pabellón en calidad de artista, sino más bien como “obrero de la pintura”, con todo lo que ello implicaría a la hora de cuestionar el estatuto casi principesco del artista contemporáneo. Las marcas de estilo que tanto cuesta adquirir y que son lo que defi- ne al pintor aquí desaparecen, puesto que los pinceles quedan al servicio de una historia que representar, y no de una subjetividad propia que plasmar. Las memorias que están presentes en las telas van desde hechos trágicos como la muerte de vecinos y los allanamientos durante la dictadura cívico-militar, a fiestas o incluso a hechos aparentemente irrelevantes, como niños que juegan. La idea de memoria heroica que tradicionalmente se asocia a lugares como la José María Caro se ve disputada por los recuerdos que no siempre registran aquello que la historia luego se en- carga de escribir. Generalmente somos actores secun- darios cuando se trata del drama histórico; los grandes hechos nos pasan por el lado y en tanto individuos no tenemos la capacidad de entenderlos, ya que estamos insertos en ellos. Uno se imagina que hay muchas per- sonas que más que recordar las imágenes que siempre circulan del golpe de Estado, se acuerdan adónde se dirigían ese día, qué tomaron de desayuno o si les fue posible tomar micro. Eso no quiere decir que se deje de lado el acontecimiento histórico en sí, solo reve- la la dimensión íntima y esquiva en que funciona la memoria. De ahí que, como plantea Sergio Rojas, “el pasado no cabe en la historia”, pues siempre hay un diferencial que se le escapa, un resto que somos todos nosotros y nuestra experiencia subjetiva del pasado. Es interesante también que esta acción tenga su origen en la arquitectura y no en el arte contempo- ráneo, ya que dicha distancia disciplinar permite im- pugnar quizá de mejor manera las prácticas artísticas y sus jerarquías implícitas. ¿Qué proyecto actual de arte contemporáneo realmente se desplaza a sí mis- mo a la hora de trabajar con comunidades? Práctica- mente ninguno, ya que el extractivismo que suelen manejar las prácticas artísticas de corte social o co- laborativo siguen siendo un problema a la hora de analizar políticamente sus efectos y sentidos. Así, la arquitectura utiliza a las artes visuales por fuera de sus propios límites, es decir, como medio y no fin. Los últimos pabellones de arquitectura chilenos en la Bienal de Venecia han sido también cercanos a lo que entenderíamos como “arte contemporáneo”, en parti- cular por el lenguaje instalativo al que han recurrido para presentarse: Stadium (2018), de Alejandra Cele- dón y Monolith Controversies (2014), de Pedro Alonso y Hugo Palmarola, perfectamente podrían haber sido expuestas en alguna muestra sobre la historia reciente de Chile. Y esto revela la condición transdisciplinar del arte contemporáneo, que en sus infinitas posibilidades abre espacios para experimentar aún hoy, cuando ya parece todo hecho. Si bien el contexto general de esta exposición es una bienal de arquitectura, mi lectura opta por entenderla como un gesto artístico contem- poráneo, porque mi libertad interpretativa es también una de las características del arte actual: el manto del museo no solo puede ser entendido como mausoleo o jaula, pues es también una zona de excepcionalidad donde las reglas tienden a relajarse. Ahora, que un ejercicio arquitectónico (por expan- dido que sea) tenga tal presencia en el contexto artísti- co ciertamente le pone un desafío mayor a los artistas. Muchas de las prácticas críticas contemporáneas tocan asuntos cruciales para la sociedad; sin embargo, los vi- cios propios del sistema del arte tienden a neutralizar dichas manifestaciones. El culto a la personalidad, las lógicas productivas abusivas, el aislamiento en cuanto a públicos, la falta de debate y la autocomplacencia son cuestiones que hasta al artista más “comprometi- do” pueden afectarle. Por ello, me parece estimulante para el circuito que una “obra” decida someter a los artistas a una relación de trabajo dependiente, deján- doles el desafío de producir algo que sirva a otro más que a sí mismos, aun cuando en dicho proceso se pue- da fracasar. Sin errores o experimentaciones estamos condenados al más horrible escenario posible: un arte demasiado satisfecho de sí mismo. 57

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=