Palabra Pública N°25 2022 - Universidad de Chile
posible advertir que ese interés privado no es la expresión, en ningún sentido, de la propia naturaleza de las mujeres, sino que la extensión del concepto de individuo posesivo al ámbito de lo privado familiar. En dicha extensión habría que buscar las raíces del androcentrismo moderno. De tal modo, cuando la Constitución de 1980 indica en su artículo 1°: “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, para luego agregar en enseguida: “la familia es el núcleo fundamental de la sociedad”, no hace más que reorganizar nuevamente el cír- culo concéntrico de lo en común desde la afir- mación de la diferencia sexual natural y desde la figura de un individuo posesivo. La revuelta del 18 de octubre de 2019, la voluntad popular de poner fin a la Cons- titución de 1980 y la elección de una Con- vención Constitucional con participación paritaria y con amplia representación de or- ganizaciones sociales que cuestionan el mo- delo económico político neoliberal, abren la posibilidad de imaginar otro cuerpo para la política en Chile. Un cuerpo que desdibuje los círculos concéntricos constituidos en tor- no a la figura del individuo posesivo. Pensemos en un diseño posible. Distinto a un centro-sujeto, se podría pensar un cuer- po para la nueva Constitución que se narre en la garantía y protección de bienes comu- nes fundamentales sustraídos de la lógica del intercambio mercantil y de los cambios de rumbo políticos. Bienes comunes y funda- mentales cuya definición básica nunca im- plicaría solo una zona de intervención, sino que sería propio de ellos una sobrenomina- ción, una nominación que interconectara dos zonas o más. Es una cualidad propia de este tipo de bienes ser tanto naturales (pro- cedencia) como artificiales (distribución). Esta cualidad de sobrenominación permiti- ría desdibujar las coordenadas de lo público y lo privado, pues, estamos hablando de bienes que sobrepasan cada una de estas esferas en el momento en que son nombrados. De igual modo, los bienes comunes fundamentales describen en su procedencia un territorio que dista de coincidir con el mapa de los Estados nacionales que hemos conocido hasta hoy. Es, por ello, que la garantía, protección y distribución de estos bienes vuelve necesariamente porosas las fronteras que cautelan el cierre del cuerpo del Estado nación. Es a causa de esta cualidad de so- brenominación de los bienes comunes que es posible descentrar la economía capitalista de su voraz carrera de valorización de zonas más amplias de la vida. Este descentramiento daría lugar a una narración del cuerpo de la política con las palabras de la gratuidad, la solidaridad y la cooperación. Palabras comunes a unos bienes que en su misma sobrenominación se restan de la mercantilización y del cálculo de los gobiernos. Desorganizar las coordenadas modernas de la política a partir de otra concepción de los bienes comunes haría tambalear la superioridad del individuo en relación con las “co- sas”: superioridad de la racionalidad de un individualismo posesi- vo que no deja ver que en esa reducción instrumental de la razón se asfixia la diversidad natural y ambiental necesaria para la vida. La performatividad de la lengua constitucional, que altera lo alto de la mirada del individuo posesivo por la horizontalidad de lo común, daría lugar a otro cuerpo de la política que no existe aún, pero que debemos tomar como real, y en esa ficción escri- turaria comenzar a describir otro marco para cada una de las ins- tituciones, funciones, roles y tiempos del cuerpo de la política. Una Constitución tal obliga, por último, a suspender el afecto de la nación ligado a la familia y al cuerpo reproduc- tivo de las mujeres, activando otros afectos no previstos en el diseño de la república masculina. Esta suspensión toma lugar en la revuelta feminista, complemento necesario de la revuelta social que se inició el 18 de octubre de 2019. Constitución, revuelta y feminismo: tres conceptos, entrela- zados, para narrar otro cuerpo para otra política. “Desorganizar las coordenadas modernas de la política haría tambalear la superioridad del individuo en relación con las “cosas”: superioridad de la racionalidad de un individualismo posesivo que no deja ver que en esa reducción instrumental de la razón se asfixia la diversidad natural y ambiental necesaria para la vida”. ALEJANDRA CASTILLO Doctora en Filosofía por la Universidad de Chile, profesora de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Es autora de Adicta imagen (2020), Matrix. El género de la filosofía (2019) y Crónicas feministas en tiempos neoliberales (2019), entre otros libros. 33
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