Palabra Pública N°25 2022 - Universidad de Chile
¿Qué sabemos, entonces, de Marta Brunet? Hace 15 años atrás, con Edi- ciones Universidad Alberto Hurtado, emprendimos la tarea de hacer la pri- mera edición crítica a la obra narrativa completa de Marta Brunet. Sabíamos que en la edición de 1963 faltaban muchos relatos. El crítico chileno Raúl Silva Castro ya lo había advertido en 1964, al notar la ausencia de varios de los cuentos de la escritora publicados en su primera etapa de producción. En esa tarea de búsqueda de sus libros y cuentos aparecidos en prensa fueron surgiendo escritos de singular valor. Muchos de ellos eran crónicas, entrevistas y ensayos que no se in- tegraron a los dos gruesos volúme- nes finales que recogimos en sus novelas y cuentos. De lo que cono- cemos hasta ahora, podemos decir que Marta Brunet publicó ocho novelas, cuatro libros de cuentos y uno de poemas para niños, ade- más de un número todavía inde- terminado de relatos que aparecie- ron en distintos medios chilenos y extranjeros. En las Obras completas de Zig-Zag se agregaron otros dos libros de cuentos inéditos ( Solita sola y Las historia de Mamá Tolita ) y se incluyó, bajo el título “Otros cuentos”, un apartado con once relatos breves que habían sido pu- blicados previamente en diarios y revistas. En el segundo tomo de la edición crítica Marta Brunet. Obra narrativa , recogimos 31 relatos nuevos que hasta ese momento no habían sido incluidos en ningún libro y que habían sido publicados por única vez en dis- tintos medios de circulación periódica en Chile y el extranjero. Asimismo, sabemos que Brunet incursionó en el ensayo, la crónica, la entrevista y la columna periodística, material que ha ido apareciendo en distintos proyectos editoriales, como el libro recopilatorio de Karim Gálvez y el número especial de la revista Quinchamalí dirigido por Alicia Romero. Estamos, por tanto, frente a una de las autoras chilenas más completas y prolíficas del siglo XX. ¿Qué más sabemos de Brunet? Que fue una de las primeras autoras profe- sionales en Chile. Vivió de su escritura y de su trabajo cultural e intelectual. Desde temprano tuvo claridad del modo en que se organizaba el campo literario y desarrolló estrategias para incorporarse en él y para que su obra tuviera el reconocimiento que se mere- cía. Fue capaz, también, de elaborar un proyecto estético en el que uno de sus ejes centrales era la representación de la mujer y, sobre todo, la mujer de origen popular del mundo rural. En la lite- ratura criollista masculina de aquellos años, la imagen de la mujer campesina operaba metonímicamente en relación a la naturaleza. La belleza desconocida y la fuerza destructiva de los parajes alejados de la intervención humana se proyectaban en la sensualidad y el carácter arisco de las jóvenes aldeanas. Brunet nos ofrece un universo nue- vo. No solo sus mujeres se sacuden los estereotipos de la pluma criollista, sino que nos propone tal diversidad de personajes femeninos que es imposi- ble encontrar uno solo similar a otro. Cada mujer tiene su historia articula- da en deseos, frustraciones y proyectos vitales propios. Marta Brunet entrega a sus protagonistas lo que hasta ese momento la literatura chilena patriar- cal les había negado: el derecho a ser dueñas de una subjetividad y una me- moria personal, única e irrepetible. Al final del cuento “Soledad de la sangre”, su protagonista, en medio del dolor y la pérdida, toma conciencia de esta va- liosa posesión: sus sueños y su historia no le pueden ser arrebatadas. ¿Qué más sabemos de Brunet? Que siendo joven se trasladó a Santiago para publicar su primera novela, que frente a la muerte del padre y pasando pe- nurias económicas a las que no estaba acostumbrada, por provenir de un me- dio privilegiado, se hizo cargo de una madre enferma y buscó un sinfín de empleos para sobrevivir. Gracias a las cartas descubiertas por el académico Osvaldo Carvajal, en un archi- vo mal catalogado, y dirigidas al poeta Juan Guzmán Cruchaga, nos enteramos de las dificultades que tuvo con ciertas editoriales cuando negociaba el pago de sus relatos y que la falta de recursos la hizo apostar al azar compran- do boletos de lotería. Debido a esas cartas, también, sabemos que tuvo un romance con el escri- tor. El diario de su amiga María Tupper, publicado en 2014, nos relata que Brunet habría tenido una hija, la que murió a los pocos días de nacer. A la niña la llamó Marisol y dos años más tarde, en 1938, publicará su libro Cuentos para Mari-Sol . Sabemos, además, que Brunet antes de ser designa- da cónsul en La Plata por Pedro Aguirre Cerda, prácticamente toda la década de 1930 trabajó como colum- nista y editora para la revista Familia , medio que llegará a dirigir, y que fue colaboradora de revista Ecran y distin- tas publicaciones extranjeras. En Argentina, la escritora fue una figura activa. Entró en contacto con el campo cultural trasandino y seguió pu- blicando. Después de más de diez años en ese país, Carlos Ibáñez del Campo, sin explicación, le exigió la renuncia. A su regreso, en 1953, Amanda Labarca, que por aquel entonces ostentaba el cargo de Directora del Departamento de Extensión Cultural de la Universi- dad de Chile, le abrirá las puertas de la institución y la invitará a participar en las escuelas de temporada, para impar- «Brunet nos ofrece un universo nuevo. No solo sus mujeres se sacuden los estereotipos de la pluma criollista, sino que nos propone tal diversidad de personajes femeninos que es imposible encontrar uno solo similar a otro». 18
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